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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Me equivoqué

Se habla y se escribe sobre el éxito, pero se reflexiona poco o nada sobre el error. Para empezar, hay que reconocer los errores. Y después hay que tener la capacidad de reaccionar en positivo para convertir un error en acierto. En estos tiempos en los que todo se considera suerte o intuición, a ver si enseñamos a nuestros jóvenes que los que más arriba han llegado han tomado alguna vez decisiones incorrectas, pero que esas decisiones les han señalado dónde estaba el camino correcto.
Precisamente un libro reciente de Pilar García de la Granja recoge el testimonio de trece empresarios y directivos españoles que están en activo y de primerísima fila, que cuentan algunos de los errores profesionales que han cometido a lo largo de su carrera. Tiene mérito que en este mundo de triunfos infalibles, hayan accedido a hablar de sus errores, reconocerlos y explicar lo que aprendieron de ellos. Siguieron trabajando, esforzándose y, a pesar del error, salieron adelante.
Pensar que el error puede desterrarse es una utopía, lo raro es no equivocarse; eso sí, el que nunca se equivoca es el que no toma decisiones. Hay gente tan perfeccionista que nunca hace nada. Tampoco se trata de presumir de los errores, nadie se confiesa en la concha del Espolón, pero el temor a cometerlos no debe acobardarnos, hay que tirar para adelante y tenemos toda la vida para mejorar. No hay que vivir en el error ni quedarse estancando ahí, pero no debemos renunciar a la enseñanza del error. Lo importante no es haber cometido errores, sino qué hacer con ellos.
Como les explica mi santo a los peques, muchos grandes inventos surgen de errores en las investigaciones, pero los científicos estaban trabajando y perseveraban en su trabajo. Y es que cuando uno acierta, triunfa, y cuando se equivoca, aprende.
Todos los que en la vida piensan que equivocarse es un error, se equivocan. Lo malo es que algunos, como Maragall, aún reconociendo sus errores (estos días confesaba que había cometido errores en el Estatut), no rectifican y se equivocan doblemente.

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Por Mayte CIRIZA

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