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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Un loro, doce cisnes y un pato

Mi santo entra en casa anunciando que se ha cruzado con un periquito por la escalera. Los peques salen en tropel a comprobarlo (cualquier excusa es buena para dejar de estudiar, ¡menudos pájaros!) y, en efecto, alguien ha soltado al ave de la jaula y ha encontrado acomodo en el portal. Por lo visto, no es algo único, últimamente se ven muchos canarios, que hasta ayer estaban en una jaula, desorientados y sin saber adónde emigrar.
Estos días está saliendo el ornitólogo que todos llevamos dentro en las conversaciones privadas y en todos los medios de comunicación. El virus de la gripe aviar, también conocida como gripe del pollo, virus extremadamente contagioso, se está extendiendo desde Asia por todo el mundo y aquí no hay alambradas que valgan; ya ha llegado a Europa y han caído un loro inglés, doce cisnes croatas y un pavo griego. Es la globalización aviar, que no conoce fronteras. En Rumanía han encontrado una garza con el virus, pero ya han dicho las autoridades que no es rumana, que es de Moldavia (apareció muerta en el río que les sirve de frontera).
A los europeos no nos llegan terremotos, ni huracanes, pero la amenaza de pandemia de la gripe aviar nos recuerda que podemos ser tan vulnerables como cualquiera. Nos bombardean con mapas mundi con las rutas de vuelo de todas las aves habidas y la alarma ante el contagio a los humanos ha agotado las vacunas contra la gripe normal. Porque en este caso corremos de un lado para otro como pollos sin cabeza: no podemos protegernos con vacuna alguna contra la gripe aviar. Primero nos alarman y nos anuncian una pandemia de dimensiones bíblicas pero no podemos hacer nada para protegernos. Entonces, ¿para qué nos asustan? Después de asustarnos nos dicen que nos calmemos, pero ya no cuela, y aunque la vacuna contra la gripe normal no sirve para la aviar, vamos todos volando a vacunarnos por si las moscas, mejor dicho, por si los pollos. A todo esto, ningún europeo ha sido contagiado todavía, pero da igual, ya no quedan vacunas en las farmacias, baja el consumo de pollo (aunque comiendo pollo o pato o perdiz no se contagia, ya se sabe, ave que vuela a la cazuela) y en Internet se subastan dosis de antivirales y mascarillas contra el virus. Eso sí, se ha creado la correspondiente comisión interministerial que se podría denominar ‘Dinamita pa los pollos’.
El problema, como siempre, es que el virus vuela hacia África, lugar de refugio de las aves migratorias. Y allí, como llegue de verdad, sí que puede ser una catástrofe. Porque, siempre, la magnitud de la tragedia está en función de la magnitud de la miseria. Y esto sí que me pone la carne de gallina.

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Por Mayte CIRIZA

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