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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Pasarlas putas

Esta semana se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, uno de cuyos rituales es inundar las páginas de los periódicos de artículos llenos de buenas intenciones. Casi todos escritos por mujeres, no sé por qué los hombres no pueden hablar de esto. Pues bien, una de las mayores violencias contra las mujeres es, sin duda, la prostitución.
Se oye muchas veces eso de que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo (como si eso la legitimara), pero es, en realidad, la opresión más vieja y humillante del mundo, como suele replicar mi santo. En una sociedad que mira escandalosamente hacia otro lado, la prostitución es una violencia contra la mujer y un atentado a la igualdad y a los derechos humanos.
Hay casi un millón de mujeres vendidas al año, más que el número de esclavos con los que se traficó durante dos siglos. Muchas de ellas, niñas y adolescentes. Por no hablar del turismo sexual. Y casi nadie hace nada (bueno, algunos sí, practicarlo).
Detrás de las 300.000 prostitutas que ahora mismo sufren en España (datos hechos públicos hace unos días; en La Rioja la cifra está en torno a las 2.000), y que son mayoritariamente inmigrantes sin papeles, se esconden auténticas multinacionales del sexo, mafias de explotación de mujeres. Es el negocio más lucrativo del mundo, después de la venta de armas y la droga. En cada una de estas mujeres hay un caso de extorsión, de secuestro de la libertad, de necesidad de supervivencia, no tienen posibilidad de escapatoria ni horizonte vital.
En Suecia, entre otros países, está prohibido comprar servicios sexuales, pero no venderlos. La ley castiga al «comprador» con una multa o pena de prisión. La prostitución se ha reducido a la mitad desde 1999. Hay también campañas de prevención y programas formativos para las mujeres que se prostituyen, así como de rehabilitación para los puteros.
Por aquí, en cambio, algunos que van de progres, sostienen que la prostitución es una actividad como otra cualquiera y que debe ser regulada como un negocio más, vamos, como abrir una zapatería. La realidad es que en el 95 por ciento de los casos, la prostitución procede de la miseria, de sectores sociales marginales, de la inmigración ilegal y de las mafias del esclavismo. ¿Es así como algunos entienden el progreso?
Cuando un «ciudadano» alquila una puta, está ejerciendo violencia contra las mujeres y es cómplice de la situación en la que se encuentran millones de mujeres que «las pasan putas». Y contra esto, creo que también va lo que se celebra pasado mañana.

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Por Mayte CIRIZA

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