Cuando se quiere fastidiar o presionar a la opinión
pública para conseguir unos determinados objetivos laborales o salariales, lo
que de verdad presiona no es impedir a los demás el trabajo, sino las
vacaciones. Primero fue la huelga de los pilotos, y ahora ha sido la huelga
salvaje, -impresentable, sin aviso previo, sin servicios mínimos, sin nada- del
personal de tierra del aeropuerto de Barcelona, el día en que miles de personas
se iban de vacaciones o llegaban a disfrutarlas. Imágenes tercermundistas de
miles de viajeros atrapados en el aeropuerto, abandonados a su suerte. Un
auténtico sabotaje, sin duda preparado, en un servicio esencial y en un momento
clave: el inicio de las vacaciones (y que les ha salido bien, porque han
conseguido lo que pedían).
Podemos tener dificultades en el transporte urbano,
en la recogida de basuras, en muchos otros servicios públicos, pero todo eso lo
podemos, más o menos, sobrellevar. Lo que de verdad nos subleva es que quieran
estropearnos las sagradas vacaciones. Que justo cuando,
por fin, podemos desconectar de todo, del trabajo, de la ciudad, del estrés…, vengan los empleados de Iberia a amargarnos
lo más importante, lo que más nos merecemos: las vacaciones.
Los europeos tenemos cada vez más tiempo libre y una
de las cosas a la que más lo dedicamos es a viajar. Y parece que cada vez vamos
a tener más. La previsión es que en los próximos cinco años pasemos de los 30
días actuales a los 39 días de vacaciones. Además, se
adelanta la edad de jubilación, de manera que nuestras sociedades se
encuentran con personas de cincuenta y tantos años, con un buen nivel de
formación, físicamente en forma, cuidándose además mucho, con ingresos
suficientes y con una demanda creciente de hacer turismo. Lo favorece, también,
el precio cada vez más bajo de los billetes de avión que ofrecen las compañías
de bajo coste.
Y es que el turismo es una de las nuevas religiones
de nuestro tiempo, el paraíso temporal en la tierra. Y los aeropuertos los
templos de esta nueva religión. Todo el mundo desplazándose simultáneamente de
un lado a otro. Una especie de peregrinación en la que casi da igual el lugar
de destino, lo importante es moverse, viajar. Por eso, esta huelga ha atentado
contra algo sagrado, como es el viaje de las vacaciones.
Como imagen nos queda la invasión de la pista por los
“saboteadores”, una foto impactante, algo casi
sacrílego, la profanación de ese lugar sagrado que son las pistas de los
aeropuertos. El lugar donde los
peregrinos echan a volar su imaginación, pensando en algo que de alguna forma empiezan
ya -aún en tierra- a imaginar y disfrutar: sus sagradas vacaciones.