Se ha hecho público a finales del mes pasado el
primer “Mapa de la felicidad mundial”, coordinado por el departamento de
psicología social de una universidad
inglesa. Para elaborar este mapa se han basado en diversos estudios de
organismos internacionales, en indicadores como el bienestar económico, el
cuidado de la salud o la educación, y en las respuestas enviadas por más de
80.000 personas de todo el mundo. Pues bien, Dinamarca es el primero de la
lista, España ocupa un discreto puesto 46º de los 178 países (no están todos,
hay menos que en la FIFA)
y Zimbaue, Congo y Burundi están los últimos.
Hay paradojas como que los países nórdicos están
entre los 10 más felices y tienen, a la vez, las mayores tasas de suicidios del
mundo. En este barómetro mundial de la felicidad, casi toda América es feliz y
por delante de España están países como Honduras y Guatemala. Estados Unidos
está en el puesto 23, y los países de nuestro entorno van del puesto 41 de
Inglaterra al 50 de Italia o el 62 de Francia. Hay que estar atentos porque en septiembre van a dar más detalles sobre
este mapa.
Desde el origen de la humanidad se ha buscado sin
descanso la felicidad, ese gran objetivo. Cada época le ha dado vueltas
apasionada e incansablemente a cómo ser felices. Las recetas para alcanzar la
felicidad, en este mundo o en el más allá, constituyen, sin ir más lejos, el
eje principal de todas las religiones y filosofías. En cualquier caso, se
pueden dar todas las fórmulas magistrales que se quieran para conseguir la
felicidad, pero si las necesidades básicas no están cubiertas, no hay felicidad
que valga.
Por otra parte, lo “feliz” que sea un país no tiene
que ver con el índice de coches matriculados o televisores de plasma vendidos.
Frente a estos datos económicos, el auténtico, el verdadero nivel de progreso
de un país, es el del nivel de felicidad de cada uno de sus ciudadanos, no creo
que se pueda hablar de una felicidad colectiva.
Es más, a la vista de las barbaridades que han
cometido los hombres amparándose en la utopía de la felicidad colectiva, me
parece incluso peligroso este concepto. Porque, aunque el entorno es muy
importante, la felicidad es algo individual, personal, no colectivo, por eso el
verdadero mapa de la felicidad es el que cada uno de nosotros va dibujando.
Lo que, sin duda, necesitamos no es un discutible
ranking de países (mal llamado mapa de la felicidad), sino el auténtico mapa de
cómo conseguir cada uno ese tesoro que es la felicidad. Seguro que Félix o Blas
no cambian Azofra o Navajún por Dinamarca. Y a ver en qué mapa viene esto.