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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Telescuela

Empieza el curso y nos ocupamos de los libros de texto, las mochilas, forramos los cuadernos y vemos los horarios de clases. Empieza el curso y se habla mucho de educación en todos los ámbitos: la educación ocupa tanto el debate político como las conversaciones cotidianas entre padres y madres más allá incluso de las entradas y salidas de los colegios. De lo que nos ocupamos menos y no hablamos apenas es de la otra gran educadora de nuestros hijos: la televisión. Junto al horario de clases nos tendrían que entregar también el horario de las teles, y junto al nombre de los profesores, el de los guionistas y responsables de las cadenas.
 
Y es que la televisión es la maestra permanente, el canguro más socorrido y la niñera más utilizada en todos los hogares: la pantalla mágica ante la que los niños se emboban tantas horas al día.
 
Que la televisión es casi tan importante en la educación de los niños como el colegio, lo indica el hecho de que los pequeños ven la tele una media de 121 minutos al día (si sirve de consuelo, menos que los adultos, que la vemos 218 minutos de media). No obstante, esta media ha bajado en los últimos años, por el tiempo cada vez mayor que dedican, no a la lectura, sino al ordenador y a los videojuegos. Pero no sólo es una cuestión del tiempo que se está delante de la tele, que lo es; se trata también del aspecto formativo de la televisión porque ahí es donde aprenden y se empapan de los modelos de conducta. Y resulta tremendo ver que esos modelos de conducta sean tan primarios, del tanto tienes-tanto vales, cuando no violentos y machistas, en muchas de las series de televisión.
 
Y que no nos vengan con que se han aprobado no sé qué códigos éticos en la tele, pura palabrería que no cumple ninguna cadena, pero que esgrimen sus directivos para quedar bien sobre el papel y tranquilizar nuestras conciencias. Ética florero.
 
La televisión impone unos modelos y está detrás de muchas conductas infantiles y juveniles, sustituyendo, cada vez más, a la familia. Padres y madres pasan demasiadas horas trabajando fuera de casa y la televisión ocupa el lugar de éstos, con las series y, sobre todo, con la publicidad.
 
Cada vez valoro más a los profesores, a los que hemos quitado la autoridad en clase, que lidian día tras día con niños que no están acostumbrados a escuchar la palabra “no”, con jóvenes que han borrado la palabra esfuerzo de su diccionario, con padres que les echan la culpa de todo. Y por si fuera poco, que tienen que competir cada mañana con lo que les han “enseñado” a sus alumnos el día anterior en la tele. Todo eso contando con que los chavales no lleguen bostezando porque la noche de antes estuvieron hasta tarde en ese cómodo pupitre que es el sofá, con ese lapicero mágico que es el mando a distancia, en su particular “telescuela”.

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Por Mayte CIRIZA

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