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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Modernos Peter Pan

Evitan cualquier responsabilidad, eluden el compromiso, la culpa es siempre de los demás, no asumen las consecuencias de sus actos… ¿quién no conoce a alguien así? Son las personas que padecen lo que se conoce como el síndrome de Peter Pan, los que no quieren crecer, los eternos inmaduros, preocupados únicamente por satisfacer sus propias necesidades.
 
 Viene esto a cuento, porque la semana pasada se presentaba en Londres la versión restaurada del “Peter Pan” de Disney, tras un largo y complejo trabajo, después de su estreno en 1953. Este personaje ha cumplido ya más de cien años, desde que en 1904 se publicara la obra del escocés J. M. Barrie (interpretado hace un par de años por Johnny Depp en la película “Descubriendo nunca jamás”, que recreaba la biografía del autor).
 
Estos eternos adolescentes son personas inseguras, inmaduras emocionalmente, con temor a no ser queridos, a la soledad; no quieren crecer porque supone esforzarse, siempre echan balones fuera y no cogen el toro por los cuernos: madurar es asumir que uno es responsable de sus actos, es tener ideas propias, es no esperar el aplauso de los demás para tener una opinión, es aceptar que te pueden criticar por lo que dices o por lo que haces.
 
Los niños y adolescentes mimados en exceso no son capaces de superar los momentos difíciles o las adversidades de la vida, y no descubren que hay una felicidad en afrontar y superar el dolor, la tristeza o el sufrimiento. Es imposible vivir siempre en el País de Nunca Jamás.
 
En el último informe “Jóvenes españoles” de la Fundación Santa María, los jóvenes se consideraban a sí mismos consumistas, pensando sólo en el presente y con poco sentido del deber. La tendencia de los jóvenes españoles a permanecer prácticamente la mitad de su vida en el “Hotel Mamá” es algo que confirman las estadísticas y que no deja de sorprender a nuestros vecinos europeos, quienes acuñaron precisamente esa expresión para referirse a la elevada media de edad a la que nuestros jóvenes abandonan el hogar familiar. Una media que ronda los 35 años, una edad más que razonable para dejar de ser un talludito Peter Pan.
 
Es ésta una sociedad en la que abundan los padres sobreprotectores, que dan todo masticado a sus hijos y que no saben transmitir que quienes son capaces de sufrir son los que, al final, más disfrutan de la vida y más valoran lo que tienen. ¿O también vamos a echar la culpa a los profesores por estos modernos Peter Pan?

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Por Mayte CIRIZA

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