Tengo a mis hijos todo el día dando la paliza con la Play Station 3 que acaba de salir la semana pasada. Por lo visto, es imprescindible tenerla para la próxima Semana Santa. Pues… ¡lo tienen claro!
Vivimos rodeados de pantallas: televisión, Internet, la Play… A la tele hay que añadir las nuevas modalidades de ocio juvenil en casa: Internet y las videoconsolas. Internet, además de ser un impresionante instrumento de trabajo, ha revolucionado la comunicación, hasta el punto de que los jóvenes hablan menos por teléfono desde que utilizan el Messenger. La generación videojuego se mueve como pez en el agua en el ocio digital y en la interactividad y, es más, si tienen que elegir, se quedan con los videojuegos e Internet; por eso, la tele pierde terreno entre los jóvenes.
Los niños siempre han jugado a ser piratas que roban tesoros o monstruos que cortan cabezas o polis y cacos que se disparan. Pero una cosa es la fantasía infantil y otra que los chavales puedan comprar sin ningún problema juegos en los que se simula pegar a prostitutas o atropellar ancianas. ¿Por qué en las tiendas los videojuegos están clasificados por fabricantes y no por edades? Si a un adolescente no se le permite comprar alcohol o tabaco, ¿por qué se le permite acceder a juegos tan violentos y hasta vejatorios? No hay una institución independiente que clasifique las edades a las que están dirigidos los videojuegos, son los propios fabricantes los que lo hacen.
Como en todo, hay un peligro si se abusa, porque los videojuegos pueden convertirse en una nueva adicción: chavales “enganchados” a la pantalla con lo que eso supone de pérdida de relación social. Desde que las mujeres han comenzado a tomar los mandos (también de los videojuegos), se están fabricando más juegos sociales en los que puede participar toda la familia y que fomentan los lazos entre padres e hijos. Juegos que permiten cantar a toda la familia, practicar deportes virtuales o bailar siguiendo unas coreografías determinadas.
Nos encontramos en los periódicos con crítica de cine, de gastronomía o de literatura, y sería muy útil una sección de crítica de videojuegos, pero no para los chavales, sino para los padres, porque más del 80 por ciento de los padres no sabemos realmente a qué juegan nuestros hijos. Los padres nos despreocupamos de los contenidos del ocio de los hijos, con tal de aparcarlos en la pantalla nos conformamos, pero no nos damos cuenta de que no hay nada más serio que el juego. Por eso, creo que también los padres debemos tomar nota y hacer un esfuerzo por adaptarnos a esta generación videojuego.