
Pocas noticias he agradecido tanto en este nuestro periódico como la de que varios institutos riojanos han decidido marcar unas normas sobre la vestimenta de los escolares en clase. Y es que me toca pelear cada día con la ropa del mayor, por esos vaqueros caídos o por esas zapatillas que son como balsas para huir de Cuba a Miami. Veo a la salida de los institutoslos superescotes de las chicas, la exhibición de tangas, pañuelos piratas y gorras: vamos, una auténtica pasarela en clase.
Como los padres no podemos con la ropa de los hijos, ni sabemos decirles que no, tienen que ser los propios profesores los que marquen los límites. Y es que en educación estamos dejando todo, cada vez más, en manos de profesores y políticos.
Por eso es tan importante la educación de nuestros hijos, no sólo porque, claro, es donde se forman las futuras generaciones -y se empapan de los valores y de los comportamientos que tendrán toda su vida-, sino porque se ha trasladado a los centros educativos una parte importante de lo que tradicionalmente era responsabilidad de las familias.
Si hay algo donde de verdad nos la jugamos, es en la educación. Por ello, he agradecido mucho también la noticia reciente de que se van a incrementar en La Rioja las horas de lengua y matemáticas, y que se va a estudiar en condiciones la historia de España, de manera que los chavales de aquí sabrán quién era Cristóbal Colón o qué pasó en la Guerra de la Independencia.
Pero, con tres hijos en edad escolar, todavía me parece más positivo que en los colegios riojanos se insista en el esfuerzo, en el trabajo y la perseverancia del estudiante como garantía de éxito frente al igualitarismo a la baja; o que se haga hincapié en valores como el respeto a los compañeros y maestros; o que se refuerce la autoridad de los profesores, que se valore la disciplina en clase y que se luche contra la violencia escolar.
Dos principios irrenunciables en nuestra educación han de ser el de la libertad y el de la calidad: libertad en la elección de centro y calidad en la enseñanza, que debe adaptarse a un mundo totalmente cambiante y cada vez más competitivo, con la apuesta por la enseñanza bilingüe, las nuevas tecnologías en clase, la integración de los alumnos inmigrantes y que los profesores estén al día. Y para que los padres puedan implicarse en la educación, como deben, hay que seguir fomentando la conciliación de la vida familiar y laboral.
Hablando de modas en clase, las más peligrosas no son las de vestir, sino las pedagógicas. Si hay algo que ha de estar alejado de las modas, es la educación, expuesta en nuestro país a los vaivenes del color político de cada Gobierno; si tiene que haber un gran acuerdo social en algo, es en esta materia. Así tendremos asegurada la buena educación.