El alcalde de Benicasim, donde paso las digamos vacaciones, ha dictado un bando prohibiendo generar ruidos de
Pero estas siestas levantinas no son nada comparadas con las de Lepe. Esas sí que son siestas y lo demás cuento. En Lepe la prohibición de ruidos es de
Lo cosa no queda aquí. En Sevilla han puesto en marcha la siesta como reclamo turístico, sí, sí, como reclamo turístico. Después de una buena comilona a uno le ofrecen una habitación próxima para disfrutar de cuatro horas, ¡cuatro!, de siesta climatizada a un precio muy inferior al de por la noche. El proyecto se denomina, precisamente, ‘La siesta’ y hay un montón de restaurantes que se han apuntado al mismo.
Ahora bien, puestos a asegurar la sagrada e hispánica siesta, podían prohibir también cortar el césped a esas horas, en las que un vecino me atormenta con el hilo musical de esa maquinita justamente cuando una puede dedicarse a la lectura. O al que pasa con el tubo de escape rugiendo, o al que lleva la música a todo volumen con las ventanillas bajadas. Porque si hay algo que se espera durante todo el año es la siesta de Agosto, el mes de las fiestas y de las siestas. Ya lo decía la canción: ‘Siesta, qué fantástica, fantástica es la siesta’.
La vida es sueño. Dicen que somos lo que comemos, más bien somos lo que dormimos. La siesta es una de nuestras grandes aportaciones a la cultura occidental, el ‘yoga ibérico’ que decía Cela. Como duermas mal o poco estás de muy mala leche, además, después de la siesta se rinde mucho más. El problema es que en este país se duerme más bien poco.
A mí la ordenanza municipal me ha venido bien, no para dormir la siesta, sino para escribir estas líneas. Me parece estupendo que no haya ruidos durante hora y media (ojalá no los hubiera durante el resto del día), pero el que haya que hacer norma de esto, me llama la atención y pone de manifiesto cómo somos: que hasta para asegurar una de nuestras más genuinas señas de identidad, como es la siesta en vacaciones, haya que hacer un decreto.
