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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Siesta por decreto

El alcalde de Benicasim, donde paso las digamos vacaciones, ha dictado un bando prohibiendo generar ruidos de 15 a 16.30 de la tarde para garantizar la siesta de los vecinos. Los martillos picadores de mano e hidráulicos (gracias al bando me he enterado de los distintos tipos de martillos de obra) y la maquinaria pesada no podrán actuar en ese tiempo para ‘respetar los tiempos de descanso del vecindario y asegurar la tranquilidad a la ciudadanía’. Como la palabra conciliar está de moda y da un aire de modernidad, el bando se ha hecho para ‘conciliar la tranquilidad y el trabajo’.

Pero estas siestas levantinas no son nada comparadas con las de Lepe. Esas sí que son siestas y lo demás cuento. En Lepe la prohibición de ruidos es de 15 a 18 horas, se ve que en Huelva duermen menos por la noche y necesitan recuperar a tope por la tarde. Yo, que no estoy acostumbrada a estos lujos –la siesta es un lujo- me conformo con una cabezadita de diez minutos.

Lo cosa no queda aquí. En Sevilla han puesto en marcha la siesta como reclamo turístico, sí, sí, como reclamo turístico. Después de una buena comilona a uno le ofrecen una habitación próxima para disfrutar de cuatro horas, ¡cuatro!, de siesta climatizada a un precio muy inferior al de por la noche. El proyecto se denomina, precisamente, ‘La siesta’ y hay un montón de restaurantes que se han apuntado al mismo.

Ahora bien, puestos a asegurar la sagrada e hispánica siesta, podían prohibir también cortar el césped a esas horas, en las que un vecino me atormenta con el hilo musical de esa maquinita justamente cuando una puede dedicarse a la lectura. O al que pasa con el tubo de escape rugiendo, o al que lleva la música a todo volumen con las ventanillas bajadas. Porque si hay algo que se espera durante todo el año es la siesta de Agosto, el mes de las fiestas y de las siestas. Ya lo decía la canción: ‘Siesta, qué fantástica, fantástica es la siesta’.

La vida es sueño. Dicen que somos lo que comemos, más bien somos lo que dormimos. La siesta es una de nuestras grandes aportaciones a la cultura occidental, el ‘yoga ibérico’ que decía Cela. Como duermas mal o poco estás de muy mala leche, además, después de la siesta se rinde mucho más. El problema es que en este país se duerme más bien poco.

A mí la ordenanza municipal me ha venido bien, no para dormir la siesta, sino para escribir estas líneas. Me parece estupendo que no haya ruidos durante hora y media (ojalá no los hubiera durante el resto del día), pero el que haya que hacer norma de esto, me llama la atención y pone de manifiesto cómo somos: que hasta para asegurar una de nuestras más genuinas señas de identidad, como es la siesta en vacaciones, haya que hacer un decreto.

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Por Mayte CIRIZA

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