>

Blogs

Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Menos es más

Acabamos de recoger las chanclas y los bañadores, y dentro de cuatro días, por así decirlo, en cuanto pasemos estos dos puentes –el Pilar y Todos los Santos- nos empezarán a bombardear con las campañas de Navidad. Comprar, comprar y comprar. Da igual que no necesitemos ese producto, no importa que tengamos algo similar, da igual, se trata de comprarlo, de tener ese último modelo de móvil, o esas deportivas que vi en la tele, mamá. El consumo nos consume. Acumulamos tanto que acabamos siendo esclavos de las cosas.

El consumo nos marca el tiempo en que vivimos. Nos enteramos de que se acerca la Navidad por los anuncios, o que el Día del Padre está cerca por la avalancha de colonias, o que el verano está a la vuelta de la esquina por la oferta de playas y cruceros, y es un clásico el “ya es primavera en El Corte Inglés”, que en pleno invierno nos adelanta esa estación. Al mismo tiempo que los templos se vacían, se llenan los centros comerciales. Es la nueva religión del consumo. Si hemos comprado algo, nos sentimos “alguien”, nos sentimos importantes, nos sentimos distintos y únicos, nos sentimos mejor. Ahora Descartes escribiría: “compro, luego existo”. La cuestión es: ¿cuánto es bastante?

Vamos a los centros comerciales a comprar por comprar o a entretenernos sin más. ¿Qué mejor sitio para pasar una tarde de sábado fría y lluviosa de invierno? ¡Y siempre puedes comprar algo! El “shopping” se ha convertido en una parte esencial de nuestro ocio, cuando no en un falso remedio contra el “bajón” o la “depre” del momento. Ahora ya ni eso, porque con la venta por Internet no hace falta moverse de casa para comprar de forma compulsiva. Incluso cuando vamos al médico, vamos para que nos aplique ese tratamiento o esa prueba que creemos necesaria. ¿Para qué, si no, la publicidad de medicamentos? Para que el médico nos recete lo que queremos.

Quieren ponernos una asignatura para ser ciudadanos, pero hace tiempo que hemos perdido la categoría de ciudadanos, somos meros consumidores. Como afirma Vicente Verdú, “o hay consumo o no hay sociedad”, hasta el punto deque la vitalidad de una sociedad reside en la vitalidad del consumo.

Pero esto no nos hace más felices. De hecho, el exceso de consumo, el ansia frenética de comprar, produce insatisfacción y reduce la calidad de vida de muchas personas. Porque nos endeudamos, porque no somos capaces de gestionar tantas cosas, porque no valoramos lo que de verdades necesario, porque nos quita tiempo de relación personal.

Por eso hay que pararse de vez en cuando a pensar sobre el valor de las cosas, sobre la verdadera felicidad, que no está en función del número de objetos que se poseen o la novedad de los mismos. Podemos vivir y ser más felices con menos. Porque muchas veces, sin duda, menos es más.

Temas

Por Mayte CIRIZA

Sobre el autor