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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Me da en la nariz


Autor de la imagen: haciendoclack

Reproducida con permiso del autor

Todos los derechos reservados por el autor de la imagen

Lanzan olores a la calle. En los centros comerciales, en los restaurantes, en las tiendas, en los hoteles, la última técnica para atraer a más clientes es lanzar olores agradables. Olores que nos relajan, que nos tranquilizan, que nos transportan a la infancia o que nos incitan a comprar. No ha llegado todavía a Logroño, supongo que será cuestión de tiempo. Los olores están de moda para vender más.

En Japón han puesto en marcha unos cines en los que sincronizan los olores con la película, de forma que, mientras estás cómodamente instalado en la butaca, puedes sentir el aroma de las escenas de la película. Lo probaron con “Charlie y la fábrica de chocolate” y los espectadores salieron encantados. En otras películas lanzaban fragancias florales en las escenas románticas y olor a hierbabuena y romero en los momentos más tristes. Aplicado esto a los documentales de naturaleza, tendría un efecto más que relajante. Otro efecto muy distinto tendría el hacerlo en las escenas de sexo.

En las películas que giran en torno a la comida sería una maravilla. Sin ir más lejos, dos recientes: este verano vimos con la pequeña una película que es una apología de los aromas en la cocina, “Ratatouille”, que con olores incorporados sería el no va más; o podemos imaginarnos la recién estrenada en España “Sin reservas”, que transcurre en su mayor parte en la cocina de un restaurante.

Un amigo que tenía que cambiarse de ciudad, me contaba que para vender más fácilmente su piso, cuando tenía que enseñarlo a un posible comprador cocinaba un bizcocho porque ese aroma le daba un toque más hogareño a la vivienda y así podría venderlo antes. En efecto, no tardó mucho en conseguirlo. Tenía buen olfato.

Cuando estamos estresados o deprimidos, una de las cosas que más nos reconforta, que más nos devuelve el equilibrio o la armonía, es el olor de las personas que queremos. El olor de tu pareja, de tus hijos, de tu casa, ese olor característico que tenemos en algún lugar del cerebro, nos devuelve el sentido de la vida y pone las cosas en su sitio. Una buena terapia en momentos de estrés es recordar olores agradables, ¡si pudiéramos tener amano el olor de un horno de pan, de un bebé, del mar…! Por el contrario, hay olores que nos estresan, que te sacan de quicio, que te desagradan; cuando barruntamos un problema o cuando algo no nos gusta, decimos “esto no me huele bien”.

La publicidad está pensada para que nos entre por la vista, pero se ha comprobado que una gran parte de nuestras sensaciones están relacionadas con el olfato. En la Rioja, una tierra de vinos por excelencia, esto lo sabemos bien, porque antes de disfrutar de un Rioja en el paladar, catamos su aroma, su esencia con la nariz (a los sumilleres de les llama “narices”). A la vista de las nuevas modas, está claro que el futuro viene cargado de olores, me da en la nariz.

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Por Mayte CIRIZA

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octubre 2007
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