“¿Para qué te apuntaste al gimnasio? ¡Sólo has ido dos días!”, o “¿no habías dicho que ibas a dejar de fumar este año?”, o el terrible “pues no te veo más delgada, estás igual que siempre”. El problema de contar los planes para el nuevo año es que una acaba oyendo lo que no quiere.
El uno de enero no cambia nada, pero nos ponemos a organizar el año que empieza con planes y objetivos, con buenos propósitos y otros deseos que queremos cumplir de una vez por todas. Agendas de todas las formas y tamaños, de papel o digitales, dietarios, almanaques, calendarios, anuarios… hacen furor estos días.
Necesitamos planificar, saber qué vamos a hacer los próximos meses, recordar fechas señaladas, hacer planes para los puentes y las vacaciones. En definitiva, saber cómo vamos a organizarnos para ser felices… en el futuro. Diseñar el futuro nos aporta seguridad, y quienes creen que son dueños de su destino, tienen más posibilidades de conseguir sus planes que quienes se abandonan en manos de la suerte.
El sentido del futuro es esencial para el ser humano. El pasado, bueno o malo, no se puede cambiar. La única posibilidad que tenemos de mejorar, de cambiar, está en el futuro. Lo bueno de estrenar un año es que tenemos la esperanza intacta. Como dice Rojas Marcos, “la esperanza es el pan del alma. La esperanza o la confianza en que lograremos lo que anhelamos”. El comienzo de año es un buen momento para la esperanza y eso nos da fuerzas y optimismo. Todos hacemos un esfuerzo inicial, pero en general dura poco.
Precisamente, la depresión es básicamente la pérdida de la esperanza. Para la persona deprimida, el tiempo es una carga, no la continuidad de proyectos vitales, como si el futuro fuera una negra sucesión de catástrofes. Por eso la mejor terapia es hacer que quien está deprimido recupere la esperanza, ese motor, esa fuerza interior. Y una manera de hacerlo es ayudarle a planificar y conseguir pequeños logros.
Quien más o quien menos se propone adelgazar, apuntarse al gimnasio (otra cosa luego es acudir), quedar más con los amigos, ser más eficaz en el trabajo, incluso hay quien se empeña en parecer más joven aunque pasar de año signifique serlo un poco menos. Además de que los objetivos sean realistas y alcanzables, una buena estrategia para cumplirlos es escribir una lista con las metas y ponerla en un lugar visible. Nada te hace tan feliz como ir tachando alguno de los modestos propósitos. Al fin y al cabo, la felicidad está hecha de muchos poquitos. Es una buena fórmula para cumplir en Año Nuevo, por fin, con los viejos planes de siempre, para que sea cierto de una vez lo de “Año Nuevo, vida nueva”.