Me lo contaba desconsolado. No le habían recetado nada. Después de mucho insistir al médico de cabecera, había conseguido, por fin, cita con el ansiado y venerado especialista y que le hicieran pruebas y más pruebas, al cabo de las cuales ¡no le habían recetado nada!, pero a él ¡le seguía doliendo el costado! Recitaba las pruebas como una letanía, con devoción, recreándose en cada una; cuanto más novedosa era, con más entusiasmo la contaba. Pero, ¡no le habían recetado nada! “¡Es que no hay derecho!” ¿Para qué había ido entonces al médico? “Eso que tiene usted es estrés y tiene que llevar una vida más sana”. ¿Para que le dijeran eso?, ¿para eso pagaba sus impuestos?
Somos muy hipocondríacos, por eso le damos al frasco, también al de las medicinas. Según un informe de
En esto también habría que aplicar eso de que “menos es más”. Es el consumismo llevado a la medicina, la sociedad de la opulencia más que del bienestar. Queremos que nos hagan muchas pruebas médicas, que nos analicen, que nos metan en muchos aparatos, cuanto más raros mejor, que las pruebas sean largas y costosas. Y si las envían a otro especialista, nos invade un inmenso gozo. De esta forma nos sentimos atendidos, arropados, importantes, que nos hacen caso, nos calma, nos tranquiliza y nos creemos compensados. “Cotizo todos los meses, así que me lo merezco, quiero mis medicamentos”, es lo que se oye.
Es el consumismo aplicado también a la salud. Vamos a la farmacia como al súper (de hecho en los centros comerciales no puede faltar una farmacia). Y uno de los grandes negocios son las industrias farmacéuticas, por eso interesa que sigamos consumiendo más y más pastillas. Y así tomamos pastillas para poder seguir tomando pastillas, como las que nos dan para evitar la acidez de estómago que producen algunas pastillas.
Vamos al médico un montón y para eso está el sistema sanitario, faltaría más, pero el estilo de vida influye más en la salud que la asistencia sanitaria. Nos resulta más cómodo sobremedicarnos que llevar una vida sana: hacer ejercicio diario, seguir una dieta equilibrada o tener una actitud mental positiva.
Cómo será la sobreabundancia de nuestros botiquines caseros que cada poco alguna oenegé se dedica a recoger medicamentos para enviarlos a países pobres. Mientras tanto, nos atiborramos a pastillas. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana un periódico publicaba las 100 pastillas que más nos gustan a los españoles, y detallaba en el ranking las preferidas por unos cuantos famosos. Por eso, no eres nadie si no tomas algún medicamento. Ahora entiendo por qué aquella mañana mi amigo le suplicaba al médico: “recéteme algo, por favor”.