Hablamos de Iowa, New Hampsire o Carolina del Sur con familiaridad y cercanía, como si hablásemos de Alberite o Alcanadre. El mundo entero parece seguir las primarias de las elecciones presidenciales de Estados Unidos como si fueran sus propias elecciones. La verdad es que el sistema electoral engancha mucho más que los que se siguen en Europa. No se sabe muy bien cuáles son las diferencias entre los candidatos, cabe preguntarse incluso si tienen programa, pero el de las primarias norteamericanas es uno de los temas estrella en todos los medios de comunicación del mundo mundial.
Algunos se empeñan en parecer antiamericanos, pero cuando llegan las elecciones ponen la lupa allí. No admiro el sistema de vida estadounidense, prefiero, con los ojos cerrados, los derechos sociales de nuestros países europeos y nuestro modelo de sociedad, pero reconozco que sus elecciones son apasionantes. Para empezar, las primarias demócratas eligen entre un afroamericano y una mujer, dando por hecho que quien las gane será presidente. Si ganan los demócratas, por primera vez un mulato o una mujer presidirán el país.
En “Planeta americano” analizaba Vicente Verdú hace años la poderosa influencia que los Estados Unidos ha ejercido –y ejerce- sobre nuestra sociedad, a la que tantas cosas ha exportado, y de qué modo el sistema americano se filtra en nuestros sistemas.
Creo que queda poco tiempo para que esta tendencia se invierta. Vendrán otras influencias, pero mientras tanto seguimos con expectación sus primarias. Como si el próximo martes 5 de febrero, en el que un montón de estados de Norteamérica celebran sus primarias, fuera también nuestro supermartes.