
Óscar se había quitado el capirote después de la procesión del Silencio en Calahorra y se estaba acercando a la tienda de informática que había abierto tan sólo hace seis meses, cuando le dijeron que no podía pasar, que se alejara de allí. Aviso de bomba de ETA, todo acordonado. Unos vecinos se acercan corriendo por la acera, asustados: “nos han dicho que nos fuéramos, por lo visto han puesto un coche bomba justo enfrente del cuartel”.
Cayo puso la carnicería hace un par de meses, se la han destrozado, y ahora vete tú a esperar a que le pague el seguro y a ver de qué vive mientras tanto. Hasta que le arreglen el negocio, ¿qué va a hacer? Y los que se tienen que ir de casa, ¿dónde van a ir? A Ángel le destrozaron un coche hace varios años en otro atentado y tardaron ¡tres años! en pagárselo.
Justo una semana antes del atentado terrorista comía con unos amigos y mi santo en Calahorra, y hablábamos precisamente de cómo se vive
Durante varios días muchos vecinos no han podido entrar en sus casas a recoger lo más imprescindible, cuando les avisó
Al mismo tiempo, los concejales y militantes de Acción Nacionalista Vasca campan a sus anchas en los municipios del País Vasco: no condenan los atentados, apoyan a los terroristas de ETA y se enorgullecen de ello. Dos semanas antes, los concejales y la alcaldesa de Mondragón, de ANV, se ausentaron del pleno del Ayuntamiento para no condenar el asesinato de ¡su vecino!, el ex-concejal Isaías Carrasco. Pero no se ausentan cuando tienen que cobrar las subvenciones.
Ni ellos ni el resto de dirigentes de ANV han condenado tampoco el atentado de Calahorra, y les da igual: total, siguen cobrando del dinero de los impuestos de todos. ¿Por qué no les descuentan de las subvenciones que reciben las indemnizaciones de los atentados terroristas? Para empezar, los 3,5 millones de euros del atentado en Calahorra. Y encima parece que con la indemnización económica se compensa la barbarie, pero eso nunca será suficiente. ¿Cómo compensar la ausencia del padre, del amigo, del compañero que han asesinado los terroristas? ¿O la ilusión de la tienda que Óscar o Cayo montaron hace unos meses? ¿O la tranquilidad que tenían Dolores y Manuel, recién jubilados, en su piso recién arreglado, después de toda una vida trabajando? En lo personal, en lo moral, no hay dinero para pagar tanta destrucción, tanta rabia, tanta indignación y tanto dolor.