No es para alejar a mosquitos, cucarachas ni arañas, no es para espantar a ningún insecto ni animal (también los hay contra perros). Hay un nuevo producto en el mercado para ahuyentar, y no hay que extenderlo por la piel ni es un spray para pulverizar por el aire: es un aparato que emite unos ultrasonidos… ¡para ahuyentar adolescentes!
Así, como suena, nunca mejor dicho, porque el aparato emite un pitido insoportable en una frecuencia tan alta que sólo el oído de los jóvenes es capaz de percibirlo (hasta unos 30 años), y claro, se van del lugar escopeteados; mientras que los adultos, como están más duros de oído, ni se inmutan, y se quedan en ese mismo sitio tan campantes. Si los chavales van caminando, el zumbido no llega a molestar, pero si están parados es insufrible, de forma que el grupo tiene que disolverse al instante.
El aparato en cuestión se lleva “Mosquito” (es pequeño, molesto y emite un zumbido, como el mosquito) y se ha empezado a distribuir en Francia, Bélgica y Holanda. El artilugio tiene un alcance de unos veinte metros y en el Reino Unido, que es donde se ha inventado, ya hay instalados más de 3.000 en bancos, plazas, grandes almacenes y fachadas.
Que tu hijo ha invitado a los amigos a una fiesta en casa, son las tres de la mañana y ahí siguen, pues… a enchufar el aparato. Que en una noche de verano están sentados debajo de tu ventana y no paran de reírse, pues les zumbas con el “mosquito”. Que te quieres echar la siesta y los chavales de la calle no callan, pues tres cuartos de lo mismo.
Al margen de los efectos que sobre el oído pueda tener esto, me repele este aparato para repeler. Espero que lo prohíban en España. Me repele que se trate así a los jóvenes. El paso siguiente sería poner descargas eléctricas contra ellos. ¿Dónde queda la educación? ¿Dónde queda el diálogo intergeneracional? ¿Es el orden establecido por los adultos lo único válido? Estoy en contra del botellón en el centro de la ciudad como la que más (y también fuera de la ciudad), pero lo que habrá que hacer es pedir que se aprueben y se cumplan las normas adecuadas para evitar el botellón (por lo que tiene de consumo de alcohol, no sólo de molestia a los vecinos) y tantos y tantos ruidos en la ciudad. Lo más fácil es reprimir, lo difícil es educar.
Que este aparato, de aire nazi, se esté instalando pone de manifiesto el fracaso de una sociedad, incapaz de hacer cumplir las normas, de educar a sus hijos. Lo que hace falta es que los jóvenes sepan comportarse, que los eduquemos para ello, que los formemos en valores en casa y en la escuela. Y lo que sobra es este tipo de soluciones repelentes.
