Hace unos días se hacía público que España es el segundo, nada más y nada menos que el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón. Y el ruido es una de las cosas que más estrés provoca y lo que es peor, aumenta la agresividad y la irritabilidad. Ansiedad, dolor de cabeza, insomnio, problemas de memoria son también consecuencias del ruido ambiental. El ruido afecta a nuestro sistema nervioso. Lo peor de todo es que parecemos resignados a que no se tomen medidas al respecto, resignados a seguir aguantando el ruido en el trabajo, el ruido nocturno, resignados a soportar los tubos de escape de unas cuantas motos rugiendo por la ciudad ante la mirada impasible de la policía local. Resignados a vivir en casas mal insonorizadas, con tabiques de papel, a precio de oro; con ventanas mal aisladas contra el ruido.
El no tener ruidos es calidad de vida. A los que nos gobiernan hay que pedirles que trabajen para evitar tantos ruidos en la vida diaria. Y todos tenemos que convencernos de que el ruido es algo nocivo.
Ha muerto hace unas semanas, a las 86 años, William Stewart, el médico que comenzó a investigar allá por 1966 los efectos nocivos del tabaco. Ha pasado a la historia por ser el pionero de las consecuencias de fumar para la salud, pero poco o nada se ha dicho de algo en lo que también insistió: en que el ruido fuera considerado como una clase de contaminación.
Y esto es algo en lo que no hemos avanzado mucho. En cuanto a los efectos del tabaco, hemos pasado de poner en las cajetillas de tabaco “Fumar puede ser peligroso para su salud”, hasta el contundente “Fumar mata”. A ver si se nos mete en la cabeza que el ruido es una contaminación. Acústica, sí; pero contaminación al fin y al cabo. Por eso al “Menos humos” habría que añadir ahora el “Menos ruido”.
Porque la realidad –y lo importante- de todo esto es que “El ruido puede ser peligroso para la salud”. Seguro que si lo tenemos en cuenta seremos capaces de pensar en los demás y hacer menos ruido. Al final, el ruido es también una cuestión de solidaridad, de no molestar a los otros. Eso sí, salvo que, como decía la canción de Los ilegales en su bárbara apología del ruido, hagamos ruido “porque odio a mi vecino” o “porque soy un cretino”, y de estos hay muchos. Ya sé que ahora la música y todo lo de los 80 vuelve a estar de moda, pero ya vale de “Hacer mucho ruido” y de que lo permitan.
Los de las despedidas de soltero y de soltera son inasequibles al desaliento. Lo pude comprobar el sábado pasado al salir de una cena. Llovía a cántaros, pero allí seguían en medio de la calle, en el casco antiguo, grupos de chicos y de chicas, con disfraces esperpénticos, gritando bajo la lluvia, con unos amenazantes megáfonos en las manos. Mal que griten a las dos de la mañana, pero que lleven sirenas y tambores es el colmo (también los había con esos artilugios). No me extraña que los vecinos estén que trinan. La semana pasada, hasta un canal nacional emitía un reportaje sobre el ruido nocturno de Logroño; es decir, que somos noticia por la contaminación. Sí, por la contaminación acústica.