La crisis lo impregna todo, no ya en los medios de comunicación, sino en las conversaciones cotidianas. Después del saludo inicial, las primeras palabras de cualquier conversación son para la crisis. Comentaristas, tertulianos, columnistas… la crisis lo copa todo. Manejamos expresiones y palabras que hasta ahora no salían de los círculos económicos, seguimos con atención las cumbres políticas sobre la crisis y estamos pendientes de la Bolsa aunque no tengamos ni una sola acción, como es mi caso.

Por un lado está la crisis financiera, que es la que ocupa telediarios y periódicos, de la que hablan los estadistas, las grandes cifras, y por otro lado está la crisis económica, con cuyos efectos cada uno de nosotros tiene que lidiar cada día. Me llama la atención el escenario casi apocalíptico que se dibuja muchas veces para la financiera, frente al poco caso que se le hace a la crisis que supone destrucción de empleo.

Habrá que corregir muchos excesos, habrá que replantearse muchas cosas y, como dice Sarkozy, habrá que “refundar el sistema”, reivindicando la ética y los principios de justicia y de responsabilidad moral y social. Estos valores hace tiempo que estaban en crisis, pero como no cotizan en bolsa, nadie decía nada. Pero una cosa es que asumamos que la situación está difícil y que ciertamente hay que revisar una serie de valores en el funcionamiento del sistema, y otra que nos metan el miedo en el cuerpo de que esto sea el fin del mundo.

El miedo es uno de los grandes instrumentos para dominar a los demás, y siempre ha sido así. Cada época tiene sus propios miedos: nos han aterrorizado con la guerra atómica o con enfermedades como el SIDA, y más recientemente con el cambio climático. Más allá de la necesaria protección del medioambiente, más allá de que debemos cuidar el planeta, se ha instalado también un tono apocalíptico en los mensajes sobre este tema. Me llama la atención que ahora, con la crisis, ya no se habla del cambio climático: un miedo ha sustituido al otro. Como si hubiera que elegir entre economía o ecología, cuando precisamente ha sido el consumo desaforado el que ha acelerado el deterioro del medioambiente.

En cualquier caso, hay que negarse a vivir derrotados por el miedo. Además, el miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peores de lo que son, por mal que estén. Creo que somos capaces de salir adelante, que al parecer costará mucho, pero saldremos. Esto no implica ignorar la realidad, ni ser un inconsciente, sino tener valentía y coraje, tener la conciencia de que trabajando podemos salir de esta situación.

De la misma forma que se ha aumentado el fondo de garantía de depósitos, no estaría mal que cada uno de nosotros subiera el fondo de garantía de confianza, el fondo de garantía de que vamos a ser capaces de salir de ésta. Y así alejaremos esta angustia ante el futuro y este miedo que lo invade todo y que parece ser lo único que no está en crisis.