Cuando vi la foto pensé que festejaba el nacimiento de su nieta, incluso de una nieta tardía, a los 70 años. Pero no. Resulta que era su propia hija. Una mujer hindú se ha convertido en la madre de más edad del mundo al dar a luz a su primera hija a los nada más y nada menos que 70 años. El marido no anda lejos, es también padre primerizo a sus 72 años. Vamos, unos chavales. Hasta ahora el récord lo tenía una española, que a los 67 años dio a luz a unos gemelos en 2006.
Si ahora que tengo 45 me agotan los hijos, no quiero ni pensar lo que tiene que ser empezar de cero a los 70, y lo malo no son los primeros años, eso no es nada, lo peor viene después, porque los problemas crecen con los hijos. Cualquiera que tenga hijos sabe que pocas cosas hay tan complicadas en la vida como educar a un hijo, y que no hay manuales que valgan, porque cada hijo es diferente, y lo que sirve para uno, no sirve para otro. Y es que se va cumpliendo lo que te decían cuando tus hijos eran pequeños, eso de que cuanto mayores los hijos, mayores las preocupaciones. Aunque, claro, estadísticamente, ninguno de los dos padres estará ahí para verlo; así que, bien pensado, un quebradero de cabeza que se quitan. Y tampoco van a tener, a esa edad, problemas de conciliación de la vida laboral y familiar.
Por cierto, que los recursos médicos que se han destinado a esta barbaridad han sido muy importantes. Supongo que el equipo médico que lo ha conseguido estará muy satisfecho. Sí, nos hemos demostrado que somos capaces, pero luego, ¿qué pasará con la niña? ¿No tiene derecho a que sus padres le acompañen en su crecimiento?
Se vuelve a plantear la cuestión de si merece la pena hacer todo lo que los humanos podemos hacer. Y éste es un ejemplo de ello. Cuando veo estos espectáculos a medio camino entre el circo y el drama teatral, tengo la sensación de que el ser humano también es capaz de involucionar, y me produce un cierto espanto pensar en las barbaridades que somos capaces de hacer y, lo que es peor, de aplaudir. Parece como si con la justificación de que algo es científicamente posible, ya no hubiera límites éticos. El mensaje que se transmite es: como se puede hacer, que se haga. Y esto no es así, porque también la ciencia ha de tener unos límites.
En todo esto, como en tantas otras situaciones, nadie ha pensado en los derechos de la niña. Una niña a la que, por el capricho de unos insensatos, se le priva de tener padres en poco tiempo, o hermanos. Hay una edad para ser padres y hay una edad para ser abuelos: tener un hijo es la responsabilidad más grande que se pueda afrontar, no es un capricho. Y encima nos la pasean por los telediarios como si los médicos que han hecho esto y los padres-abuelos fueran unos fenómenos. Hay algo contra natura y contra el sentido común en esta historia de una madre a los 70 años gracias a la ciencia. No todo vale. Nos lo dice la experiencia. Y ya se sabe que la experiencia es la madre de la ciencia.