
Problemas de erección, falta de apetito sexual, insomnio, depresión, estrés, ansiedad. Son palabras repetidas un día sí y otro también en los medios de comunicación. Parece que la crisis está afectando incluso al sexo. Sin ir más lejos, hace unas semanas el suplemento semanal de este nuestro periódico llevaba el titular de “La crisis económica dispara los trastornos psicológicos”, junto a las palabras “Depresión, estrés, ansiedad” a toda portada. Y ya se sabe que el estrés y la depresión suponen por lo general apatía y menos deseo sexual. Con la crisis aumentan los problemas sexuales pero bajan las separaciones, lo que no quiere decir que con la crisis haya más amor, porque el hecho de que haya menos separaciones y divorcios no quiere decir que quienes siguen viviendo juntos se quieran y se cuiden. Si es así, tienen que ser situaciones terribles, porque por mucha crisis que haya, es mejor, por supuesto, no continuar una relación en la que no se siente nada, aunque no resulte rentable. Por cierto, que el próximo sábado se celebra San Valentín, esa fiesta empalagosa de exaltación del amor en todo el mundo, una celebración comercial y cursi para que las parejas o los que pretenden serlo se regalen algo bajo la excusa del amor. Al margen de esto, siempre me han llamado la atención las parejas –las hay, lo aseguro- que, a pesar de llevar un montón de años juntos, están tan enamorados como el primer día sin necesidad de sanvalentines. Desde luego es algo que rompe con el tópico de que quienes llevan muchos años juntos se necesitan más que se quieren, algo en lo que los programas de la tele insisten cada tarde, con parejas rotas frente a la presentadora de turno, o en las series que presentan a los matrimonios como una relación de dos cascarrabias que no se soportan. Precisamente, en una universidad de Nueva York están investigando a parejas que mantienen el enamoramiento a lo largo de muchos años, y parece ser que en estas parejas se siguen activando las mismas áreas del cerebro cuando están juntos, que las áreas cerebrales que se activan en las parejas que están iniciando una apasionada relación. Vamos, que el amor deja su huella en el cerebro, como el sexo. Aunque los circuitos cerebrales son distintos, el amor puede activar los mecanismos cerebrales del sexo, y viceversa, pero esto es otro artículo. Aunque están relacionados, no hay que confundir amor, sexo y reproducción. Como bien dice Verdú: “el sexo ha ido girando de su sagrada misión reproductiva a su laica función recreativa. Antes se trataba del máximo de reproducción con el mínimo de sexo, mientras que hoy se trata del mínimo de reproducción con el máximo de sexo”. Nunca nos explicaremos bien esta cosa del amor, aunque no podríamos hacer nada sin amor. Si la crisis nos roba la salud y el dinero, al menos nos queda el amor y ya sabe que, como decía la canción, tres cosas hay en la vida y el que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide.
