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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Seres humanos

Por la reconstrucción del cráneo se ha descubierto que era una niña deforme, seguramente con algún tipo de retraso mental, que nació enferma y, a pesar de sufrir una rara malformación genética, está claro que no la abandonaron ni mataron al nacer, que la cuidaron y pudo sobrevivir hasta el final de la infancia. La llaman Cráneo 14, tiene 530.000 años, que se dice pronto, y la han reconstruido a partir de los fragmentos óseos que han encontrado en la Sima de los Huesos de Atapuerca, aquí al lado; vamos, que era vecina nuestra.

Este descubrimiento se ha dado a conocer precisamente hace un par de meses. No soy paleontóloga, habrá que preguntarles a los directores de la excavación de Atapuerca si eran seres humanos, antecesores de los humanos o, como diría Bibiana Aído, seres vivos sin más, a secas. Por cierto, que uno de los tipos más interesantes que he conocido en los últimos tiempos ha sido Juan Luis Arsuaga, co-director de la excavación, apasionado de su trabajo, con una gran capacidad para explicar con sencillez cosas complicadas, cercano, muy humano, y un gran conversador.

Hay todavía un ejemplo más antiguo de solidaridad entre seres humanos: en Georgia se encontraron los restos de un anciano desdentado de 1,8 millones de años de antigüedad (tres veces más que los de Atapuerca), al que le masticaban la comida para que pudiera sobrevivir.

Algo que diferencia a los seres humanos vivos (para no entrar en discusiones con la ministra Aído) de los seres vivos no humanos es que estos últimos dejan morir a los enfermos, a los discapacitados, a los que tienen algún tipo de malformación porque no pueden acarrear con ellos: es la supervivencia del más fuerte, como ya formuló Darwin. En cambio, el altruismo, la solidaridad con los más débiles, se encuentra ya en los primeros comportamientos humanos. Si hay algo humano es precisamente ayudar a los demás. La historia de la humanidad nos ha dado ejemplos terribles de crueldad, guerras, muertes y miseria. Sin embargo, el hombre y la mujer, cada uno de nosotros, está más preparado para ayudar, para el amor y la compasión que para el egoísmo, la destrucción, la envidia o la maldad: y pocas cosas nos hacen más felices que ayudar a los demás.

No sabemos qué sentían hace miles de años nuestros antepasados, no sabemos qué emociones tenían, qué les pasaba por la cabeza, pero sí que cuidaban a los que no podían valerse por sí mismos. Seres humanos.

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Por Mayte CIRIZA

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