El sonido del despertador, las rutinas de cada día, los horarios fijos, los temas pendientes, la vuelta a las clases, la cuesta de septiembre. A lo que cuesta volver a acostumbrarse a todo esto algunos le llaman estrés postvacacional. Puede que los primeros días haya que hacer un esfuerzo para volver a coger la velocidad del día a día, pero la verdad es que nos quejamos de todo. Aunque no me extraña que este año dé más miedo que nunca volver, porque este verano, la mayor parte de las noticias, de los comentarios, de los análisis en los medios, ha sido “lo que nos espera” a la vuelta, tan sólo los fichajes del fútbol y los mundiales de atletismo nos han permitido olvidarnos por un momento de que tenemos que volver y “de lo que nos espera al volver”. No tenemos más que hacer un repaso rápido a los titulares más frecuentes para ver que estaban entre el pesimismo y el apocalipsis.

Por si no tuviéramos bastante con la crisis y el paro, el tercer jinete del apocalipsis que nos espera al regreso es la gripe A. Todo lo que se dice de la gripe A nos mete el miedo en el cuerpo: que si no va a haber vacunas y antivirales para todos los que los necesiten, que si va a ser una gran epidemia, que si se va a colapsar el sistema público de salud, que no nos besemos y hasta que no nos toquemos. Cómo será que hasta en las misas se está imponiendo este mismo mes de agosto -ya antes de que el frío alimente el virus- el “daos fraternalmente la paz, pero sin tocaros”. No sé cómo será eso, será guiñando un ojo o algo así.

A la vuelta nos esperan también muchas cosas buenas: al final como en casa en ningún sitio, el retorno a los horarios y a los hábitos que hemos olvidado estos días, el reencuentro con los amigos, la bendita normalidad. Es verdad que la crisis es dura y duradera y que hay que tener mucho cuidado con la gripe, pero esto no puede ni asustarnos ni aislarnos. Hay que estar motivados, tener una actitud positiva y reencontrarse con el encanto de lo cotidiano. Para empezar, las personas optimistas enferman menos y tienen siempre más posibilidades de salir adelante. Tan mala como la pandemia de la gripe es la pandemia del pesimismo, así que no nos dejemos contagiar por el virus del miedo y pensemos en positivo en el regreso.