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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

El show de la intimidad

Hemos pasado del “no hables con desconocidos” a contar la vida y milagros por Internet. ¿Por qué hay que estar contando cada minuto en Internet lo que haces? Parece que no eres nadie si no cuentas tu vida en Twitter o si no estás en Facebook o no tienes no sé cuántos amigos en Tuenti. Si no estás en una red social, es como si no existieras. ¿Por qué tantas personas necesitan contar su vida en Internet?

Lo que ahora se lleva es el exhibicionismo, el voyeurismo, el contar casi hasta el detalle lo que hacemos, lo que sentimos, comemos o viajamos. Las discusiones familiares, los proyectos más personales, las experiencias más íntimas, incluso los partes médicos, y todo tipo de comentarios, fotos y vídeos con el día a día de la propia vida familiar se encuentran como lo más normal en las redes sociales. Se ha acuñado, incluso, una palabra para todo ello: “extimidad”, una especie de gran hermano en la red. En realidad, creo que en estas redes sociales más que exhibir su identidad, los usuarios se construyen una identidad, cada uno se fabrica su personaje, algo que psicológicamente es grandioso: no ser como en realidad eres, sino como te gustaría ser.

Y es que ha cambiado la forma de entender lo íntimo, lo personal, eso que llamamos la esfera de lo privado. Mi santo, que sabe que me interesa todo lo relacionado con el movimiento “slow”, me pasa una obra de su adorado Enrique Vila-Matas, “El viajero más lento”, en la que encuentro casualmente una idea que resume todo esto: “Rumor de intimidad: la intimidad no consiste únicamente en desnudarse y abrazarse, como personas ingenuas lo imaginan, sino en comentar el mundo. Durante años viví con Diana, hablando de todo”. Esto es la intimidad.

En el caso de los más jóvenes hay una razón añadida en esta moda: los adolescentes están construyendo su personalidad, están buscando su identidad, necesitan crear su propia tribu y sentirse parte de la misma, por eso están permanentemente conectados a través de las redes sociales. A veces, con riesgos que ni regulamos ni controlamos, y que tan trágicas consecuencias tienen en ocasiones. Para que nos hagamos una idea de hasta qué punto los jóvenes cuentan sus vidas por Internet, siete de cada diez usuarios registrados en alguna de las redes sociales son menores de 35 años.

Pero lo que me llama la atención no es el uso de estas redes por los adolescentes, sino el cambio de tendencia social, la renuncia a lo íntimo, la exhibición de la vida personal, de los sentimientos y de las emociones, la ausencia de privacidad, este permanente show de la intimidad.


Esta es la foto que Ashton Kutcher, el marido de la actriz Demi Moore, colgó en su Twitter con este comentario: “esto es un secreto, no se lo digais a mi mujer”. Minutos antes de decidirse a colgar la foto, había escrito: “Ahora mismo estoy viendo a mi mujer planchando uno de mis trajes mientras lleva puesto un bikini blanco. Gracias Dios”. Uno más, quizá uno de los más conocidos ejemplos del “show de la intimidad”.

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Por Mayte CIRIZA

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