
Mañana acaba el año, lo despedimos con las doce campanadas y casi siempre alguno de la mesa se despista con los cuartos y las medias previas y empieza con las uvas antes de tiempo, aunque así no se atraganta. Ritos de fin de año entre los que es inevitable el balance de lo que han sido los doce meses: programas especiales en todos los canales de televisión con las imágenes más destacadas del año, balances fin de año en los periódicos (triunfa Obama en todos). Estos últimos días es momento de repasar las grandes noticias, los acontecimientos importantes de 2009.
Una de las grandes campanadas del año ha sido Obama, que ha dado a su vez varias, con su toma de posesión, con el Nobel de la Paz, con la decisión sobre Afganistán, con los presos de Guantánamo, con la ley de Sanidad, con su nuevo estilo, que tanta falta nos hacía. Otra de las campanadas ha sido la crisis que no cesa en nuestro país, mientras los demás crecen y crean empleo, en España seguimos paralizados, desbordados por el paro y en una crisis a la que –y esto es lo peor- no le vemos salida de momento. La crisis y la corrupción política han hecho que los españoles identifiquen a los políticos como uno de los problemas del país.
El Barça histórico que lo ha ganado todo; el fichaje millonario de Cristiano Ronaldo; la muerte de Michael Jackson; la gripe A que nos ha tenido a todos en guardia y que en el País Vasco gobierne, por fin, un no nacionalista. También ha habido campanadas tristes como la de Marta del Castillo o las de todos los casos de violencia de género, que otro año más han resonado con amargura. No han faltado las cutrecampanadas como la de Belén Esteban, que ha hecho furor en las audiencias televisivas y entre los lectores de las revistas del corazón (estos días la calificaban como la “Cenicienta del pueblo” en un medio de comunicación) y que en una muestra de cómo están las cosas va a dar las campanadas mañana.
En cualquier caso, lo mejor está por llegar, y creo que la nostalgia es un error, pero por un momento no está mal echar una ojeada a este año que mañana se acaba. Me pregunto qué quedará de todo lo que ahora nos parece importante, qué recordaremos dentro de diez años, si aguantarán el paso del tiempo esas fotos o imágenes que queremos señalar en nuestra memoria. La historia va a toda velocidad, pero nosotros vamos más despacio. Creo que el repaso que merece la pena hacer con las campanadas de fin de año no es el de los manuales de historia o los programas fin de año de televisión o los suplementos de los periódicos, sino el de cómo le ha ido a cada uno, ese balance personal que sólo uno mismo puede hacer y que sirve para afrontar 2010 con la ilusión de mejorar en todos los aspectos de la vida. Las que de verdad cuentan son estas campanadas.