
“Ellos trabajan más en casa si sus mujeres ganan bien”. Así titulaba este nuestro periódico hace unos días la noticia a propósito de un estudio de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas). Es un círculo vicioso: como ellas ganan menos, ellos se implican menos en casa; como ellos se implican menos en casa, ellas no pueden dedicarse a su carrera profesional; como ellas no pueden dedicarse a su carrera profesional, no se promocionan en el trabajo y tienen que seguir llevando el peso de las tareas de casa. Y como ellas ganan menos, ellos se implican menos en casa y así volvemos a empezar.
Los hombres que más se implican en el hogar –según el estudio- son los de alto nivel educativo, empleo público y pocos hijos. Cuando la mujer no tiene trabajo, la colaboración del varón es prácticamente nula, con lo cual volvemos a la pescadilla que se muerde la cola, porque la mujer tiene menos oportunidades de formarse o de buscar un trabajo. Es muy difícil promocionarte en el trabajo si todos los días a las cinco tienes que recoger al niño de la guardería o si eres siempre tú la que tiene que llevarlo al pediatra. No da igual.
Sin duda, la emancipación de las mujeres ha sido uno de los mayores avances de los últimos tiempos, pero una de las cosas que la crisis está poniendo en peligro es la equiparación de salarios entre hombres y mujeres. Con lo lentos que son los cambios sociales, esto ya es lo que nos faltaba. Con la crisis, se ha instalado el miedo y parece que el único fin es mantener el empleo, así que se posponen otras aspiraciones. Y esto no sólo hay que decirlo el 8 de marzo.
Que haya menos mujeres en puestos directivos es también una consecuencia de la sobrecarga de éstas en el trabajo doméstico, porque desarrollar una carrera profesional cuesta mucho tiempo y mucho esfuerzo, y como las mujeres tienen que ocuparse también de la familia y de la casa (esto que llamamos hogar) no pueden dedicarse a su carrera profesional. Además, en igualdad de condiciones se prefiere a un varón. A mediados del año pasado se hacía público un estudio del IESE de que sólo el 10% de los puestos directivos están ocupados por mujeres en España y, lo que es peor, los salarios en este nivel son un 24% inferiores a los de los hombres, aunque están igual de preparadas.
Pero una de las claves de la igualdad no es sólo el trabajo, también lo es el ocio. Por si fuera poco, las mujeres se divierten menos. Las mujeres españolas tienen casi una hora menos al día para el ocio que los hombres. Como las mujeres tienen que ocuparse de tantas cosas, no tienen tanto tiempo para ellas mismas como los hombres. El ocio, el tiempo libre, es uno de los indicadores de bienestar social, es decir, que la calidad de vida de las mujeres es peor. Y así volvemos de nuevo al círculo vicioso del principio, una espiral de la desigualdad de la que sólo podremos salir cuando esta sociedad no considere que el trabajo de la casa, “igual da”.