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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Tarjeta roja

Menos mal que ha llegado el mundial de fútbol para que nos olvidemos durante unos días de La Crisis. Es una buena idea que un país africano acoja un mundial, por primera vez, con todo lo que supone el fútbol de negocio, de promoción turística y de imagen. Siempre le vendrá bien, y más a un país, Sudáfrica, que es un referente para todos por su lucha contra la discriminación racial, con Nelson Mandela como icono contra el apartheid.

De no haber sido por el mundial, no sé si nos habríamos enterado de que su presidente, Jacob Zuma, practica la poligamia tan campante. Ahora tiene tres esposas (se ha casado cinco veces) y es padre de, al menos, veinte hijos, algunos de ellos de relaciones extramatrimoniales. Vamos, que no tiene suficiente con sus tres mujeres. Coincidiendo con el comienzo de los partidos, ha saltado a los medios de comunicación que su segunda mujer “le ponía los cuernos” con uno de sus guardaespaldas –del que al parecer se ha quedado embarazada- y por ello ha sido expulsada de la residencia presidencial.

El comunicado del presidente Zuma no tiene desperdicio. En él reclama su derecho a la “privacidad y dignidad”, ¿y qué dignidad tienen sus mujeres? La poligamia atenta contra la dignidad de las mujeres y, por mucho que sea una tradición en algunas tribus africanas, no deja de ser una negación de los derechos de la mujer. También la ablación es una tradición en varios países y es una aberración sin paliativos, una mutilación de la dignidad y un atentado al ser humano. El respeto a las tradiciones y a las minorías tiene los límites de los derechos humanos, de la igualdad entre hombres y mujeres y no hay que tener complejos en su reivindicación.

El mundo entero se solidarizó en su momento contra la discriminación racial, pero permanece en cambio indiferente ante la discriminación contra las mujeres. Incluso muchos que aquí van de feministas, hacen la vista gorda con el machismo y la discriminación contra las mujeres si viene de fuera del mundo occidental. Como escribía hace tiempo Gabriela Cañas, ¿por qué la discriminación sexual no tiene el mismo valor que otras injusticias sociales? Y lo hacía a propósito de que se impidió la participación de Sudáfrica en unas olimpiadas porque no permitió acudir a las mismas a los deportistas negros. Sin embargo, se permite la participación de varios países en los Juegos Olímpicos y en otras competiciones deportivas a pesar de que las mujeres están vetadas en sus delegaciones deportivas.

Celebrar y participar en un mundial de fútbol significa que compartes unas reglas del juego: penalti, fuera de banda, córner, fuera de juego y tantas otras. Si asumimos que sin esas reglas no se puede jugar, ¿por qué dejamos que compitan quienes no dejan participar a las mujeres? A ver si de una vez les sacan a esos países tarjeta roja.



Jacob Zuma con sus tres esposas

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Por Mayte CIRIZA

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