“Que esa mañana no estuviera estresada por volver al trabajo era el síntoma más claro de que las cosas habían cambiado en los últimos tiempos. Lo normal era que los primeros días todo fuera cuesta arriba, que se encontrase cansada, de mal humor, con problemas para dormir y como si levantarse por la mañana fuera una tortura –ella que al primer sonido del despertador saltaba siempre de la cama-. Pero no, este año nada de eso, y fue entonces cuando pensó que lo del síndrome de la vuelta de vacaciones era algo de otra época”.
Esto podría escribirse de más de uno en la vuelta al día a día este curso. Es normal que la readaptación a los horarios cueste más los primeros días, pero frente al síndrome postvacacional de hace años, poder volver al trabajo es ahora mismo un alivio. Hasta ahora el verano acababa cuando empezábamos a leer noticias sobre el síndrome de la vuelta al trabajo, pero ahora ya no se leen crónicas de ese tipo. Con la que está cayendo en España, como para tener síndromes por ir a trabajar. Es un lujo asiático que no podemos permitirnos en este país.
Según un reciente estudio que publicaba el diario ABC, más del 80 por cierto de los trabajadores está contento con su regreso al trabajo, satisfechos por tener un empleo en estos tiempos de crisis económica, y el 67 por ciento de los trabajadores se considera afortunado de estar dentro de su empresa y está de acuerdo con los valores que representa y las relaciones que se establecen. Lo normal es que los primeros días te cueste coger el ritmo, días en los que hay que adaptarse, y en los que es normal sentir nostalgia de las vacaciones. Hay algunos que no sienten esta nostalgia porque no paran ni en vacaciones, como mi santo, que además está deseando siempre volver al trabajo.
Los que sufrían habitualmente este síndrome eran personas ya con dificultades en el trabajo, y volver de vacaciones era volver a enfrentarse con los problemas del trabajo. Ahora nadie se queja por volver. Hay que recordar que el trabajo tiene muchas cosas positivas, y si no, que se lo pregunten a los más de cuatro millones de parados. El trabajo nos aporta identidad y seguridad, y nos hace sentirnos útiles. Como dice Luis Rojas Marcos, “el trabajo no es sólo el medio que permite obtener bienes para la subsistencia, sino algo que añade satisfacción y significado a la vida de cada uno, y que forma una parte positiva de su identidad personal y social”.
La crisis ha aumentado las consultas al psicólogo y al psiquiatra, hace que se practique menos sexo y que se consuman muchas más pastillas contra la ansiedad, pero a cambio ha acabado con todos esos síntomas que llamábamos depresión postvacacional. Ahora resulta que no nos importan los madrugones, las horas en la oficina y los atascos. ¿Quién dijo síndrome?
