No han terminado ni la ESO, no estudian nada, no trabajan en nada, no dejan de salir de noche –y de día-, no perdonan una discoteca ni su buena ración de copas, conducen su moto o su coche y no se sacrifican por nada. Pertenecen a familias normales, no pensemos que a familias adineradas, y sus padres se esfuerzan y trabajan cada día para salir adelante, pero es como si no estuvieran en la realidad.
De la más estricta disciplina hace un par de generaciones hemos pasado al todo vale, a que todo nos parezca normal. Si a esto unimos la brutal crisis económica de nuestro país y la baja inversión en educación en España, el resultado es que somos el segundo país europeo con el mayor número de jóvenes que ni trabajan ni estudian, lo que se conoce como la generación “ni-ni”.
Algo falla cuando muchos de los “ninis” son de familias normales, familias que se han preocupado por la educación de sus hijos, pero a los que el sistema ha arrojado fuera. Somos un país con una altísima tasa de fracaso escolar, nada más y nada menos que el 30%, y eso quiere decir que algo falla en la sociedad y en el sistema educativo. Y con la crisis esto no va a mejorar.
¿Qué futuro les espera a esos jóvenes que no tienen estudios y que no van a poder vivir toda la vida de sus padres? Y no sólo a estos, ¿qué futuro les espera a esos otros muchos jóvenes sobradamente preparados para los que tampoco hay trabajo? Porque en España tenemos una tasa de paro juvenil del 42%, el doble de la media de la Unión Europa. Nos enfrentamos a un problema serio.
Como consecuencia de la crisis, como bien decía mi buen amigo Juan, por primera vez en España la siguiente generación va a vivir peor que la anterior. Hasta ahora cada vez se ha ido mejorando, nuestros padres vivieron mejor que nuestros abuelos, y nosotros mejor que nuestros padres, pero nuestros hijos van a vivir peor que nosotros.
¡Y estos chavales son los que tienen que pagar las pensiones de mañana! Parece que se dan más cuenta de esta situación fuera de nuestro país que aquí mismo: hace unos meses la revista “Time” denominaba a la juventud española como la “generación decepción”, porque los jóvenes están muy por debajo de las expectativas que les hemos creado y que hemos puesto en ellos.
El problema es de tal gravedad que exige un enorme esfuerzo colectivo. Todos, padres, educadores, administraciones, instituciones, responsables políticos, tenemos que ser capaces de cambiar esta situación e inculcar a los jóvenes la cultura del “sí-sí”, frente al “ni-ni”: del sí hay que estudiar, sí hay que esforzarse, sí importa el futuro, sí hay que asumir responsabilidades, sí hay que trabajar y sacrificarse, sí hay que volver a intentarlo, sí se pueden cambiar las cosas. Sólo así saldremos adelante, cambiando la falsa “filosofía” de vida de los “ni-nis”.
