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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Desautorizados

“¡Es que no sabes lo que le cuesta al pobre levantarse por las mañanas!”. Me contaba una amiga maestra que eso es lo que le decían unos padres –a los que había convocado ella- para justificar que su hijo llega habitualmente tarde a clase. Esto es lo más suave de padres sobreprotectores que siempre amparan a sus hijos y se ponen de su lado contra el profesor. Niños mimados que tienen todo lo que piden y que acabarán siendo adolescentes conflictivos. Educar y saber decir “no” es una tarea difícil para muchos padres que llegan agotados a casa, pero esta es una de las claves de lo que está pasando en la educación.

Esta semana me impactaban unos datos de la OCDE sobre la situación de la educación en España: los profesores dedican cerca del 40 por ciento del tiempo de clase a mandar callar, pero, ¡cómo van a enseñar su asignatura si tienen que dedicar tanto tiempo a mantener el orden en clase! En el 75 por ciento de los institutos se insulta al profesor y 13 de cada cien docentes han sufrido una agresión física. Después de estos datos, no le extrañará a nadie que la educación sea uno de los principales problemas para los españoles según la última encuesta del CIS.

Cómo estará la cosa para tener que regular por Ley algo obvio, que los profesores y maestros son autoridad, algo que es absolutamente fundamental para que funcione la educación. Que tengamos que regular por Ley la autoridad del profesor es la mejor muestra de la falta de valores de nuestra sociedad, una muestra del relativismo moral en el que vivimos, una muestra de la igualdad mal entendida (el profesor no es igual que tú, es alguien que te enseña y te manda). Los padres han transferido a la escuela y a los maestros y profesores sus responsabilidades en la educación de los hijos, muchas veces más por impotencia que por comodidad.

Lo que pasa en la escuela es un reflejo de lo que pasa fuera de la escuela. No se puede educar sin autoridad, pero es que sin autoridad no puede funcionar tampoco la sociedad. De hecho, donde primero falla la autoridad es en casa, en la familia, con unos padres cada vez más desorientados. Hemos pasado una época en la que sólo existían derechos y hoy necesitamos que nos recuerden que también tenemos obligaciones y tenemos que reclamar el respeto por Ley. Por lo menos en nuestra Comunidad, vamos a contar con esta Ley, pero lo que haría falta es una Ley nacional de autoridad del profesor (más que una Ley para que no abucheen a los políticos).

Y, por supuesto, una ley que los que primero debemos cumplir somos los padres. Porque tenemos que reflexionar sobre lo que queremos para nuestros hijos, para su mejor educación y predicar con el ejemplo el respeto hacia maestros y profesores. Si su tarea ya es muy difícil, al menos colaboremos a facilitarla, seamos corresponsables con ellos en la labor educativa, y no caigamos en la trampa de creernos mejores padres por defender a ultranza cualquier comportamiento de nuestros hijos. Y menos frente a unos maestros y profesores cuya misión es clave y quedan entonces desautorizados.

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Por Mayte CIRIZA

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