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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Cuestión de peso

Teníamos una celebración el pasado fin de semana y mis sobrinos, de 8 y de 6 años, estaban empeñados en que el cumpleaños del mayor fuera en una de esas hamburgueserías americanas que tanto triunfan entre los chavales. Uno de los motivos era porque, junto a la hamburguesa y la tarta, daban unos muñequitos de goma. Y, a propósito de eso, recordaba que precisamente hace unos pocos días en San Francisco, se aprobaba prohibir el “Happy Meal”, un menú para niños que en una atractiva caja contiene una hamburguesa, patatas fritas, un refresco y un postre dulce, e incluye también algún juguete.

Según lo aprobado, se trata de evitar que los menús altamente calóricos vayan en vistosas cajas de colores con juguete incluido. No se trata de que no se puedan dar juguetes con la comida, sino con determinada comida, de forma que cuando se den muñecos u otro obsequio infantil, el menú no deberá superar las 600 calorías y deberá tener frutas y vegetales. En cualquier caso, el problema no está en ir un día a tomar el “Happy Meal”, sino en tenerlo por costumbre.

En España no tenemos la dimensión que tiene la obesidad en Estados Unidos, pero empezamos a tener un problema. Se ha hecho público esta semana que los gastos sanitarios derivados de la lucha contra la obesidad en España suponen unos 5.000 millones de euros, nada más y nada menos que un 7% del gasto sanitario de todas las comunidades autónomas. Casi el 30% de los chavales de hasta 17 años tienen sobrepeso u obesidad, y en el caso de los adultos el 51%, según los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Como la obesidad no tiene consecuencias en la salud de los chavales de forma inmediata, la sociedad no lo percibe como un problema, pero luego tenemos que pagarlo entre todos. Hay que limitar el consumo de la bollería industrial y comida de ese tipo en los colegios. De nada sirve mandar a los chavales al colegio con un bocadillo de jamón o una pieza de fruta si en la máquina expendedora de la entrada se compran un bollo lleno de nata, chucherías o una bolsa de patatas.

A esto hay que añadir la vida sedentaria que llevamos, favorecida por la tele, el ordenador, la play station y demás. Llama la atención la paradoja de que, mientras en una parte del mundo hay que luchar contra el hambre, en cambio en la otra hay que luchar contra el sobrepeso.

Con la crisis, además, comemos peor. Somos uno de los países que más rápidamente está perdiendo la dieta mediterránea; resulta que comemos menos frutas, verduras y hortalizas, y menos pescado. No sólo perdemos el empleo, sino que perdemos la salud, porque la alimentación es la principal herramienta para tener un buen nivel de salud y está empeorando nuestra alimentación. Vamos, que la crisis nos engorda.

La cuestión es si la obesidad es un problema individual o es una cuestión social y, por tanto, se puede legislar al respecto. No sé si alguien se atreverá a abordar este problema, pero desde luego debemos tomar conciencia de su importancia ya que, dadas todas las implicaciones que tiene el tema, se trata de una cuestión de peso.

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Por Mayte CIRIZA

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