Centro de Logroño. Un sábado cualquiera a las 8 de la tarde. Hemos quedado con unos amigos a dar una vuelta y tomar unos vinos. La Glorieta y la acera de la discoteca de enfrente están llenas de jóvenes adolescentes, muchos no llegan a los 15, casi todos con cara de niño todavía. Ellas intentan andar con unos tacones que parecen haberse puesto por primera vez, caminan tambaleándose, como patos mareados, pintadas para parecer mayores y con minifaldas que son poco más que un cinturón. Ellos van de duros, de machotes, estética de pandilleros, de vez en cuando se provocan entre ellos a distancia y fuman ostentosamente, ¡pero si no se puede vender tabaco a menores!
Todo esto sucede en la calle durante la llamada sesión “light” de la discoteca, para chavales de
El alcohol avanza imparable, sobre todo entre los más jóvenes. Según el último estudio de la FAD (Fundación de Ayuda a la Drogadicción), lo más “dramático” se refiere al aumento del consumo de alcohol. ¿Por qué las Administraciones no hacen cumplir la prohibición de la venta de alcohol a los menores? Esto no se soluciona con más leyes, sino con que se cumplan las que hay.
No solo me pregunto dónde están las autoridades y dónde están sus padres, sino qué modelo de sociedad estamos ofreciendo a estos chavales, qué modelo de ocio, por qué salir es sinónimo de beber. Y lo que todavía es peor, que a quien no bebe cuando sale por ahí se le considera el “friki” del grupo, un bicho raro. Hace unos días podíamos leer en este nuestro periódico, bajo el titular “El botellón reaparece con fuerza”, que los vecinos de General Urrutia se quejan, y con toda la razón, del ruido y los problemas del botellón nocturno en fin de semana. ¿Y qué pasa con el botellón diurno? Porque en este caso es de adolescentes, que no llegan a los 15, y muchos de ellos ni siquiera a los 14. Pero bueno, mientras lo hagan antes de las 10 de la noche, parece que no hay problema.
