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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Diamante en bruto

“Indignado educativo”. Así se declaraba hace unos días José Antonio Marina. Estoy de acuerdo con él, yo también me declaro “indignada educativa”: “lo que estamos haciendo con la educación de nuestros jóvenes es absolutamente indecente”, decía, y es que este es uno de los dramas de nuestro país y no por falta de recursos destinados a la educación, sino por el sistema educativo que sufrimos.

Lo más evidente es el fracaso escolar. Somos el país con la segunda tasa más alta de Europa de fracaso escolar (detrás de Malta). Esto es necesario combatirlo porque, si queremos aspirar a un alto nivel de vida, no podemos tener esa tasa de fracaso escolar.

Pero, dicho esto, también hay que fomentar desde pequeños el talento, la capacidad de innovar y de emprender. Luchar contra el fracaso escolar no es incompatible con la búsqueda de la excelencia ni con fomentar el talento en la enseñanza.

Descubrir y cultivar el talento entre nuestros jóvenes ha de ser una prioridad en la educación. Los jóvenes son los que tienen más ideas, son más creativos, son los que piensan que se pueden superar todos los problemas (la vida te va enseñando que no, y pierdes capacidad de iniciativa), y ese entusiasmo es fundamental. Por eso se trata de generar en ellos “una inteligencia triunfal”, es decir, de fomentar su talento. Pero esto no se hace en nuestra sociedad. Por eso me llamó especialmente la atención la entrega, hace unos días, de los premios del Foro Impulsa, un foro de jóvenes emprendedores, donde se premia el talento, la capacidad de emprender y de innovar.

Y no sólo hay que fomentar el talento y el espíritu emprendedor en los jóvenes, hay que hacerlo en la sociedad en su conjunto. Y especialmente hay que conseguir que los mejores se dediquen a la educación -esta es una de las claves (para eso hay que pagarles mejor a los maestros)-, a la política, a las empresas…

El talento es el mejor capital de una sociedad. Por eso resulta fundamental fomentarlo y retenerlo (para que no acabe en universidades o empresas norteamericanas, eso que denominamos fuga de talentos y que España padece bastante). En cada uno de nosotros hay talento, la cuestión es descubrirlo y desarrollarlo.

Nuestro sistema debería estar diseñado para estimular el talento desde la escuela. Todos conocemos casos de personas con talento, que, incluso tras fracasos en sus estudios universitarios, han destacado a nivel mundial cuando han encontrado un ámbito profesional donde desarrollar sus verdaderas capacidades. Un amigo le contaba hace poco a mi santo, durante una de sus sesiones de carrera matutina, el caso del atleta riojano de maratón Juan Carlos Traspaderne: empezó a correr por una recomendación médica y sorprendió a todos con su talento para la maratón situándose en la elite mundial.

Todo eso prueba que el talento no es algo exclusivo de los genios, sino que habita dentro de cada uno de nosotros y solo es preciso saber hacerlo aflorar porque cada uno de nosotros es como un diamante en bruto.

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Por Mayte CIRIZA

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