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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Jóvenes sin complejos

Quedan unos días para la visita del papa a España, para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, en lo que va ser, al margen de otras consideraciones, un evento que va a traer aquí a miles de jóvenes católicos de todo el mundo y que va a convertir a nuestro maltrecho país en escaparate internacional y centro de atención de todos los medios de comunicación, esta vez por algo positivo.

 

Me sorprende que la figura de una persona tan mayor y representante de una institución que se mantiene inalterable (en lo esencial), tenga una capacidad de convocatoria tan extraordinaria, más que cualquier estrella de rock o festival musical. Y creo que convoca a los jóvenes por una buena causa, porque más allá de creencias religiosas están los valores morales de la cultura cristina: la solidaridad, el perdón, la paz, la fraternidad, la humildad, la austeridad, la defensa de la familia o de la dignidad de la vida humana, entre otros muchos.

 

Esto es así porque la figura del papa, al margen de que sea Ratzinger o Woytija, es una figura auténtica. No está al vaivén de las modas ni hace concesiones a la galería. Hay muchas cosas que no comparto, la institución también se equivoca, al fin y al cabo está formada por hombres (y solo hombres), pero defiende sus creencias y principios sin complejos, no es hipócrita, no le importa nadar contra corriente.

 

Una de las cuestiones que más me llama la atención es que asistan tantos jóvenes a esta Jornada, aunque no sean practicantes habituales, lo que quiere decir que comparten los valores cristianos y que se sienten identificados con esa cultura y con esa historia común. Valores muy positivos precisamente para combatir la crisis que sufrimos: el entusiasmo, la alegría, la sencillez, el esfuerzo, el sacrificio, la generosidad… Son jóvenes que no se conforman con lo que ven a su alrededor y que quieren mejorar y transformar el mundo.

 

Esta Jornada Mundial es también una forma de reconocer el trabajo que tantas mujeres y tantos hombres -misioneros y seglares- llevan a cabo en todo el mundo de forma desinteresada, dedicando toda su vida -y a veces arriesgándola- a luchar contra la pobreza, el hambre, la discriminación, la marginación; a llevar salud, educación, progreso, desarrollo, cultura, a los más pobres entre los pobres.

 

La masiva respuesta de la juventud nos envía un mensaje de esperanza: la demostración pública del “valor” de los jóvenes, que con una visión espiritual, humanitaria, solidaria y religiosa, y a pesar de las furibundas críticas contra esta Jornada, defienden sus principios y valores sin complejos.

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Por Mayte CIRIZA

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agosto 2011
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