En vilo. Parece que vivimos en vilo como sociedad, como si todas las seguridades y certezas que teníamos peligrasen o pendiesen de un hilo. Ni siquiera nos han dejado relajarnos en agosto, un mes en el que las noticias de cada día han sido los mercados, la prima de riesgo, la bolsa, las empresas que cierran, las dramáticas cifras del paro, el galopante déficit público, la deuda de nuestro país, los jóvenes que tienen que irse al extranjero para salir adelante, esta crisis que todo lo impregna y que ha creado una atmósfera de inseguridad, de falta de confianza, de miedo al futuro. Miedo.
Todo contribuye a esta sensación, como las famosas declaraciones de Juan Roig, Presidente de Mercadona, cuando afirmó que “lo peor de la crisis está por llegar y el año 2011 tiene una cosa buena, que es mejor que 2012”. Un miedo colectivo en el que está instalado este país y del que no vamos a salir de la noche a la mañana.
Desde el punto de vista personal, convivimos con el miedo desde pequeños, y una cierta dosis de miedo no nos viene mal, resulta adaptativo y equivale a prudencia, es necesario para la supervivencia y nos hace estar en alerta y reaccionar de forma rápida ante un peligro. Nos acompaña siempre, es nuestra sombra. De hecho, desde niños se nos inculca el miedo, en los cuentos y en los juegos: la bruja, el ogro, el lobo, los fantasmas, la oscuridad… Todos hemos sentido miedo en nuestras vidas, y no hay día que no lo tengamos por algo, aunque casi siempre tenemos miedo por cosas que nunca ocurren, porque el miedo nos hace ver las cosas siempre peor de lo que son.
El problema es cuando se convierte en algo irracional, cuando el miedo es de una intensidad tal que nos paraliza, cuando se convierte en una fobia, en una sensación que no se puede controlar y que impide llevar una vida normal.
El miedo ha sido siempre un arma extraordinaria de dominación personal y social, un instrumento de poder. Hay traficantes de miedo, que intentan sacar partido de él, algo que pasa, por ejemplo, en política y sobre todo cuando llegan las elecciones (“que viene la derecha con la motosierra” es como el “que viene el lobo” de los cuentos).
No vamos a salir adelante si seguimos dominados por el miedo. Aunque no hay que confundir el miedo con la cobardía, un valiente también siente miedo, pero se enfrenta a él, lo supera y actúa como cree que debe actuar. Y esto es lo que necesitamos: valentía, coraje y determinación para sacar adelante a este país. Como dice el vecino de los domingos en este patio de columnas, “no tengan miedo”. No podemos vivir en España derrotados por el miedo.