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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

No me, no me…, que te, que te…

“¡Pero si te dejas lo mejor!”, le decía yo a mi hija, que quitaba lo más maduro de una pera en el postre. De repente, me di cuenta de que estaba repitiendo una frase oída en mi casa a mi madre cientos de veces, siendo yo entonces la adolescente. Como esta, tantas otras, como cuando nos decían, y ahora yo repito en el desayuno: “tómate el zumo, que se van las vitaminas”; o esa pregunta tan repetida de “¿has cerrado con llave?”; o esa advertencia de “como me levante, te vas a enterar”; o “no es más limpio el que mucho limpia, sino el que poco mancha”; o, apelando al orden de vivir, “recoge esa leonera”, “pero, ¿tú te has pensado que esto es un hotel?”; o, harta ya de que no hagan los hijos lo que tienen que hacer, les dices “esto lo haces y punto”, o “porque lo digo yo”. Y, ¿quién no ha dicho: “cuento tres”?

Frases como estas, hasta 101, recoge la periodista Amaya Ascunce en su libro “Cómo no ser una drama mamá”, libro que nace de un blog (www.comonoserunadramamama.com), en el que ha ido incorporando, durante semanas, todas esas frases que hemos oído en casa, sobre todo a las madres.

Cada vez estoy más de acuerdo con eso de que de pequeño piensas que tus padres lo saben todo, de adolescente crees que tus padres no tienen ni idea de nada y de adulto reconoces que qué razón llevaban tus padres. Y esto vale para los momentos importantes y para esas frases hechas que pueblan nuestro día a día. De pronto te das cuenta de que acabas de pronunciar aquella frase que oías en casa, que te sacaba de quicio o te parecía ridícula, o sencillamente no hacías ni caso y nunca pensaste que pudieras repetir: “ni pero, ni pera”, “si eres mayor para trasnochar, también para madrugar”, “como te vea con un cigarro, te lo tragas”.

No sólo son frases de madres, los padres tampoco se quedan atrás. Tengo cuarenta y ocho años y mi padre aún me dice “abrígate bien la garganta que te vas a enfriar” en cuanto refresca un poco; y si el cielo se pone gris, aunque no tenga pinta de llover, “no te olvides de coger un paraguas por si acaso”; y siempre lo de “no bebas eso tan frío”. No me quejo, ahí está mi amigo Ángel, soltero y ya jubilado, a quien, cuando llega a casa después de la 1 de la noche, su padre le reprocha: “pero, ¿estas son horas de llegar?”.

Hay una parte positiva en esta sabiduría popular, la que tiene que ver con insistir en una vida ordenada, con valorar lo que tienes y no derrochar, con vivir de acuerdo con tus posibilidades y de forma austera. No es tan positivo ese aire como de exagerar las cosas, de dramatizar las situaciones (de ahí el título del libro “drama mamá”). Pasan las generaciones y los sistemas educativos, cambian las pedagogías, pero estas frases permanecen. Y alguna es para utilizar también fuera de casa, más de una vez a más de uno es para decirle eso que sin decir nada lo dice todo: “no me, no me… que te, que te…

 

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Por Mayte CIRIZA

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mayo 2012
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