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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Nosotros mismos

 Hace unos días me contaba Sor Josefa, de la Cocina Económica, que una mujer les había entregado casi 2.000 euros de una rifa que ella misma había organizado a beneficio de la Cocina. Me la imagino vendiendo boleto a boleto, euro a euro, para sortear los artículos que había ido pidiendo en las tiendas conocidas. Con la crisis, además de más gente a la que atender, hay también más voluntarios para colaborar en esta y en otras iniciativas solidarias. Cuando las cosas se ponen feas, la contrapartida es que hay más personas dispuestas a ayudar.

Las buenas noticias no saltan a los titulares de los periódicos, no llama la atención habitualmente la generosidad, el ayudar a los demás, la bondad, el arrimar el hombro, el echar una mano. Como es lógico, los pequeños gestos no tienen eco y ha de ser un hecho extraordinario, algo excepcional, para que sea noticia.

El mundo está lleno de buena gente, lo hemos podido comprobar hace unos días, a propósito del trágico, del terrible accidente de ferrocarril en esa fatídica curva a la entrada de Santiago. Desde el primer minuto los vecinos de Angrois se entregaron a la tarea de auxiliar a los pasajeros del tren, no dudaron en acudir inmediatamente con mantas a socorrerlos, los bancos de sangre de Galicia se vieron desbordados por la afluencia de donantes, los hoteles cedieron rápidamente habitaciones gratis para los familiares de las víctimas, el personal sanitario -sin que nadie les llamase- acudió a sus puestos en los hospitales y muchos de los médicos y enfermeras que estaban de vacaciones volvieron inmediatamente.

Era emocionante escuchar los testimonios de estos voluntarios anónimos: “no lo pensé ni un segundo, había que ayudar”, “en cuanto escuché la noticia del accidente en la radio y el número de víctimas me vine a donar sangre al hospital”, “lo poquito que podamos aportar siempre es bueno”.

La solidaridad trae esperanza y no sólo hace feliz al que la recibe sino también al que la da, porque se obtiene una enorme satisfacción, y quien lo ha probado lo sabe. El ejemplo que se ha dado a propósito del accidente de Santiago nos demuestra que somos capaces de afrontar una situación límite y ayudar a los demás, que nos crecemos ante las dificultades más extremas. Por eso, no hay crisis que se nos resista si aplicamos este espíritu y sacamos lo mejor de nosotros mismos.

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Por Mayte CIRIZA

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