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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Año Nuevo

Un subidón de orgullo. Eso es lo que sentí el escuchar a Pérez de Arteaga decir que el Director de este año del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, Daniel Barenboin, iba a venir a España, a Logroño, a recoger el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de La Rioja. Lo necesitaba. Necesitaba algo así que me subiera el ánimo después de la cutredad de los programas de Nochevieja con que nos castigaron las cadenas de televisión la noche anterior.

Una se reconcilia con la vida al ver y escuchar el Concierto de Año Nuevo desde la Sala Dorada del Musikvieren de Viena. El buen gusto, la elegancia y la decoración de la sala y la armonía del directo de la orquesta son una necesidad vital para contrarrestar los programas espantosos, horteras, cutres y enlatados (y me quedo corta) de las teles de nuestro país unas pocas horas antes, en Nochevieja. Era patético ver a supuestos chistosos pretendiendo hacer gracia con chistes casposos y scketches insulsos y desfasados en cualquier canal.

No sé si la tele refleja el nivel social y cultural de un país o si influye en determinarlo, creo que es un poco ambas cosas, eso es lo que horroriza y da que pensar. Por eso creo que nos merecemos una Nochevieja mejor y no solo en lo televisivo. Las crónicas periodísticas hablaban de una Viena en San Silvestre sin botellones, sin borracheras ni basura por las calles. Algo que contrasta con nuestra Nochevieja de peleas a la salida de los cotillones en aceras vomitadas.

Frente al optimismo que te infunden los valses y las polkas del Concierto de Viena, frente al entusiasmo que se siente al palmear la marcha Radetzky, la despedida televisiva del año en las teles españolas es deprimente y refleja un país que parece haber sucumbido al modelo de la telebasura y que rinde culto a la chabacanería y a la estupidez. Es el modelo Sálvame generalizado en Nochevieja.

Pero no debemos resignarnos ni mirar hacia otro lado. Somos un país con talento, con creatividad, con ideas brillantes, con una extraordinaria capacidad para generar arte y cultura, y de la misma forma que estamos saliendo de la crisis porque la hemos afrontado, podemos dar la vuelta a cualquier situación, como por ejemplo hacer de la programación de la tele una muestra de lo ingeniosos y creativos que somos los españoles.

Conciertos como el de la Filarmónica solo hay uno y es en Viena, no vamos a jugar a copiarlo, pero no tenemos por qué aguantar esa televisiva fritanga grasienta y maloliente en la última noche del año. No pretendo que Barenboin presente las campanadas de fin de año, me conformo con que no nos torturen con Los Morancos. Que una Universidad española –y encima la de La Rioja- le conceda a Barenboin un Doctorado significa que hay motivos para la esperanza. Me consolaré pensando que después de los programas de Nochevieja siempre llega el Concierto de Año Nuevo.

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Por Mayte CIRIZA

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