
Santos días de desconexión. Ya queda menos para agosto. Ya queda menos para desconectar del tiempo y del mundo. Para hacer lo que te da la gana, o para tirarte en la tumbona y no hacer nada. Para escaparte del estrés cotidiano, de las prisas, de tener que cumplir unos horarios. Nada tan imprescindible como las vacaciones de verano. Esto es especialmente necesario para las mujeres y más en nuestro país, porque las españolas tenemos los niveles más altos de estrés de toda Europa.
¿A qué se debe? Pues a nuestros horarios: en España todo se hace tarde, comemos tarde, salimos tarde de trabajar, cenamos tarde, nos acostamos tarde, excepto levantarnos -nos levantamos pronto-, de ahí viene el déficit de sueño y el desfase horario que arrastramos. A esto hay que añadir que todavía muchas mujeres al llegar a casa tienen horario extra. En nuestro país trabajamos de media 41,06 horas a la semana, más que la mayoría de los países de Europa, y mucho más que los países más avanzados de nuestro entorno, que trabajan menos horas, pero por lo visto trabajan mejor, porque son más productivos.
Veo que Portugal –el país que tiene la tasa más baja de natalidad de Europa- ha lanzado un plan de choque para fomentar la natalidad. España es el sexto con la tasa más baja. Está muy bien esto de lanzar planes de fomento de la natalidad, pero para empezar tenemos que racionalizar los horarios, europeizarlos, es decir, reducir la pausa del mediodía, salir antes del trabajo por la tarde y adelantar los horarios nocturnos de las teles para cenar antes e irnos antes a la cama.
Con la crisis la tendencia que se ha marcado es precisamente al revés: ampliación de horarios laborales y disponibilidad permanente aun fuera del trabajo. Todo ello supone un estrés mayor para las mujeres, porque todavía hay demasiados hombres que practican el absentismo en el hogar, vamos, que no meten las mismas horas que las mujeres en casa.
Flexibilizar los horarios, medir la calidad y no la cantidad, no solo tiene ventajas para las mujeres, sino para toda la sociedad, porque si tienes más tiempo lo puedes dedicar a otras cosas, a mejorarte a ti mismo (formación, deporte) o a mejorar la sociedad (voluntariado). En vacaciones hay que tener tiempo para perderlo, tiempo para no hacer nada, algo imprescindible para luego hacer mucho y bien durante todo el año. Si no te distraes, nunca te concentrarás. Por eso, hay que tomarse muy en serio las vacaciones. Para ser más productivos, para bajar el estrés y para poder concentrarnos mejor en el trabajo, son imprescindibles las vacaciones.