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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

El otro virus

La foto es de una calle de Monrovia (Liberia). Se ve a Beaty y Arthuneh, las hijas de Mekie Nagbe, tiradas y abandonadas en el suelo en un sucio callejón (se intuye maloliente). Mekie ha muerto por el ébola, a los 28 años. Es una de las más de 4.000 personas liquidadas por el virus en estos meses. Estas son las cifras oficiales, pero vete tú a saber cuántas han sido realmente, como para llevar la contabilidad están ahí; han caído como moscas, ante nuestra indiferencia.
Como Beaty y Arthuneh hay cerca de 7.000 niños que han perdido a uno o ambos padres a causa de la epidemia en los países afectados: Sierra Leona, Liberia o Guinea. Niños abandonados y estigmatizados en su propio entorno por el miedo al contagio. Aunque no padecen la enfermedad, nadie quiere acercarse a ellos. Es estremecedor pensar lo que les espera, ante nuestra indiferencia.
Mientras se mueran lejos, en países marginados, aunque sea por miles, aunque el drama sea devastador, aunque las consecuencias para los que queden vivos sean desoladoras, no importa. No nos hemos dado cuenta de que intervenir no era solo una cuestión de humanidad, sino de protección para nosotros mismos. Los virus no entienden de fronteras y se propagan gracias a la indiferencia.
La foto es de una calle de Alcorcón. Frente a la casa en la que vive Teresa Romero, la auxiliar de enfermería afectada por el ébola, se ha montado una especie de improvisado altar con varios ramos de flores y mensajes de apoyo. Hay ocho mensajes de apoyo para el perro sacrificado y dos para ella. No defiendo que hayan matado a Excalibur, que es como se llamaba el can, pero me llama la atención el revuelo que se ha montado con el sacrificio del perro (por cierto, por orden judicial) mientras somos el país de Europa donde más perros se abandonan cada año, ante nuestra indiferencia.
La foto es del Hospital Carlos III de Madrid. Se ve a Teresa Romero con una mascarilla. Está luchando contra el ébola. En medio de la histeria, de los fallos, de las críticas, de las muchas cosas que se hayan podido hacer mal, me quedo con los médicos, las enfermeras, las auxiliares, que se ocupan de Teresa como antes se ocuparon de nuestros misioneros. Con valentía, con generosidad, con profesionalidad, con entrega. Como la que tienen los médicos y sanitarios de las ONG’s que en el corazón de la epidemia siguen trabajando para intentar salvar a los afectados por el ébola. Ellos no están infectados por la indiferencia.
Ha sido la indiferencia de los países desarrollados la que ha hecho del ébola un problema global. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que la indiferencia es el otro virus?

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Por Mayte CIRIZA

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