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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Sueño de una noche de verano

Hasta hace poco si perdías el móvil entrabas en modo pánico, perdías tus contactos, tus fotos, tu agenda, los mensajes guardados, era como perder tu memoria. Sin embargo, ahora, en la era de “la nube” podemos tener copia de todo, sincronizamos nuestros datos al instante y perder el móvil ya no supone perder parte de tu vida. No solo eso, también la documentación que necesitamos para trabajar está en la nube. Ya no es necesario un disco duro de no sé cuántos gigas para almacenar la información.
Puede que alguno crea que esto es el no va más, pero en realidad no ha hecho más que empezar. Este agosto, Google ha lanzado un proyecto que parece de ciencia ficción, al asegurar que no está lejos el día en que seamos capaces de hacer una copia de seguridad de nuestro cerebro y subirla a la nube; podría hacerse una copia de las estructuras y de las conexiones neuronales, y también de toda la información almacenada en el cerebro.
La propuesta es inquietante, por el hecho de que alguien pueda acceder a nuestros pensamientos más íntimos y a nuestros recuerdos más intensos. Es también apasionante, porque se podría acumular una cantidad enorme de conocimiento. Cabe suponer, ya puestos, que sería posible volver a insertarse toda la memoria en el caso de haber sido dañada, por amnesia, demencia o Alzheimer. Me pregunto qué pasaría con todo lo negativo que está almacenado pero que no queremos recordar.
Siempre hemos imaginado la inmortalidad como algo físico, como la prolongación de la vida corporal, como el mantenimiento de las constantes vitales de nuestro cuerpo. Pero según la propuesta del Director de Ingeniería de Google, Ray Kuzweil, experto en inteligencia artificial, podríamos seguir viviendo sin necesidad de un cuerpo físico, en la medida en que se alargaría la vida del cerebro.
Vamos, que mis nietos, además de mis fotos, podrán acceder a mis pensamientos, a mi información, a lo que opino de las cosas, a cómo veía el mundo de ahora, a quién me caía bien o mal (espero que sean discretos con los nietos de estos)… a lo que sentí aquella noche de agosto en la que el que acabó siendo su abuelo me dio el primer beso. Este planteamiento de Google puede parecer un sueño de una noche de verano, el tiempo lo dirá, pero sería fantástico que nuestros recuerdos, sentimientos y emociones puedan seguir vivos cuando nuestro cuerpo no lo esté, mantener vivos los sueños de aquella noche de verano.

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Por Mayte CIRIZA

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