“Me encanta hablar con mi perro. Es uno de los pocos que cuando hablo con él no está mirando el móvil”. Esta broma define perfectamente el mundo en que vivimos, en el que todo gira en torno al teléfono móvil. Por cierto, que me llegó a través del móvil, por guasap.
Me venía esto a la memoria al leer, el pasado domingo, el reportaje en este nuestro periódico sobre los riojanos que no quieren utilizar el móvil, el 4,5%, lo que me recordó, en parte, a los amish –conocidos sobre todo por la película “Único testigo” con Harrison Ford-, que tienen abstención tecnológica. Las nuevas tecnologías son extraordinariamente positivas y nos mejoran la vida pero, como siempre, todo es cuestión de sentido común, depende del uso que se haga de ellas.
El smartphone ha transformado completamente nuestras vidas, si hay algo que ha cambiado el mundo en estos últimos diez años es el teléfono móvil. Lo utilizamos para despertarnos, para ver el tiempo, como reloj, como agenda, ahora también para pagar desde el propio aparato, como una tarjeta de crédito, para leer la prensa, para escuchar la radio o música, para medir el deporte que hacemos o los pasos que damos, para conectarnos a las redes sociales, para intercambiar mensajes, para consultar algo en internet o como gps en el monte o navegador en el coche. Algunos incluso lo utilizan para hablar.
Ha cambiado también las conductas sociales. Si estamos comiendo con un amigo o tomando un café con alguien, y uno de los dos se pone a leer un libro, esto se tomaría como una muestra de mala educación; en cambio, nos parece tan normal ponerse a ojear el móvil.
Al despertarnos, al acostarnos, durante todo el día, estamos siempre pendientes del móvil. Más del 90% de los jóvenes españoles menores de 15 años tiene uno, según el INE. Un estudio sobre su uso revela que un 75% de los estudiantes se duerme por la noche usando el móvil, y cerca del 90% lo primero que hacen al despertarse es consultarlo. Incluso se ha acuñado ya el término “psicopaTICologías”.
Vamos por la calle mirando el teléfono, hasta tal punto que, ante el aumento de los atropellos, ya hay señales advirtiendo del peligro de peatones mirando el móvil. Cómo será la cosa que, ante los atropellos de peatones que cruzaban la calle sin atender a las señales, porque no dejaban de mirar la pantalla, en varias ciudades alemanas se están poniendo semáforos especiales para los adictos al móvil. Son luces rojas en el suelo, que se encienden para avisar que no hay que cruzar. Antes se decía “levantar cabeza” para expresar que alguien se recuperaba de una situación dolorosa o problemática. Ahora, sin embargo, se puede seguir mirando la pantalla del móvil por las calles de nuestras ciudades sin que haga falta levantar cabeza.
