Quedamos el viernes a tomar un vino con los amigos y la mitad del grupo había empezado una dieta después de Navidad. No voy a citar los nombres, pero uno seguía la dieta de la alcachofa, otro la disociada (no sabía lo que era), y otra se había puesto a hacer la dieta del grupo sanguíneo. Sí, como suena, esta dieta defiende que hay alimentos beneficiosos o nocivos para cada persona según su grupo sanguíneo. Todos ellos estaban convencidos de que con esas dietas iban a adelgazar rápidamente y con poco esfuerzo. Y todos pagando un buen dinero por seguir cada una de ellas.
Estas y otras muchas dietas que nos rodean dejan de lado la racionalidad, pero siempre encuentran a algún ingenuo dispuesto a seguirlas. Detrás de todo esto hay una industria muy potente, con mucho márquetin, que maneja mucho dinero. Se dedican a poner de actualidad una serie de productos en los que se basan esas dietas depurativas y con efectos supuestamente beneficiosos para la salud, pero sin ninguna base científica.
Venden alimentos de moda como si tuviesen superpoderes: la chía, la cúrcuma, la kombucha o el teff (un cereal etíope). Cada época tiene sus “superalimentos”: ¿nos acordamos del kéfir o de las bayas de Goji? Por no hablar del furor de los alimentos “sin gluten”. Hay muchos que piensan que un alimento sin gluten es más saludable, pero salvo que seas celíaco (es el 1 por ciento), no comer gluten no solo no es beneficioso, sino que puede ser perjudicial. Lo único seguro es que sale más caro. Estos productos pueden ser muy exóticos y novedosos, pero nosotros ya tenemos una de las mejores dietas de la humanidad…, ¡la dieta mediterránea!, compuesta de, estos sí, superalimentos.
Se acaba de traducir en nuestro país el libro del inglés Anthony Warner “El chef cabreado. Toda la verdad sobre las dietas milagrosas”, donde denuncia el atraco económico y emocional de todas estas dietas milagro, que él llama las “nutripolleces”. Es una crítica certera e implacable a todos los charlatanes, profetas vendemiedos de la salud, que anuncian lo sana que es una dieta sin haber comprobado sus efectos secundarios. Una crítica de esas dietas milagrosas, como la de un actor famoso que dice que adelgazó y venció a la diabetes, o la dieta que presuntamente purifica los riñones y el hígado, o esa otra gracias a la cual, además, deja de caerse el pelo, o la que hace que adelgaces 6 kilos en una semana. El no va más es la dieta paleo, que te hace comer los alimentos como si fueras un hombre o mujer de las cavernas. De hecho venden una piedra para machacar los alimentos –como los cavernícolas- por 200 euros. Una piedra que, por supuesto, puedes coger de la ribera del Ebro.
Comer es uno de los grandes placeres de la vida. Lo inteligente es aprender a comer para sentirse en forma. No hay dietas milagro ni superalimentos. Ningún alimento previene una enfermedad por sí solo. Hay que tener una relación sana con la comida y, como afirma Warner, comer variado y hacer ejercicio regularmente. Esta es, esta sí, la mejor dieta.