Mi móvil funcionaba a las mil maravillas hasta que un día me apareció un mensaje que informaba sobre una “actualización disponible”, le di al botón de “actualizar” pensando que el nuevo sistema iba a mejorar las prestaciones y el rendimiento del teléfono, pero en realidad, esa nueva actualización ralentizaba el sistema del Iphone de forma deliberada. Quién iba a decirme que esto en la práctica me obligaría a tener que comprar otro modelo, dos años después de haberme comprado el que tengo ahora, porque esta supuesta nueva mejora que la propia compañía, Apple, ofrecía, consumía la batería en un santiamén.
No pocos compran el último modelo de móvil como un símbolo de estatus, y lo exhiben a la primera de cambio, allá cada uno. Lo que da rabia es que sin querer cambiar el móvil tengas que hacerlo. Y tengo que comprarme otro, no porque el que tengo ahora sea muy antiguo y se haya desgastado con el tiempo o esté deteriorado, sino porque al instalar ese sistema inducido por la propia compañía, el móvil ha dejado de ser útil, va mucho más despacio y se muere rápidamente. Es como ir con un teléfono fijo por la calle porque lo tienes que tener enchufado para que funcione. El propósito es forzarte a que te compres un modelo más caro y te obligan a consumir.
¿Cómo defenderse de este abuso? De este y de tantos otros relacionados con lo que se llama la “obsolescencia programada”, es decir, de esta reducción intencionada de la vida útil de los aparatos móviles o electrónicos. Cómo será la cosa que es más barato comprar un móvil o un electrodoméstico nuevo que repararlo. Hace poco se nos estropeó la tostadora, la llevé al servicio técnico y me dijeron que se había quemado la resistencia y que costaba más el arreglo que una nueva. Y a mi santo le ha pasado lo mismo con su inseparable aspirador, con lo que lo cuida y limpia cada semana.
Todo lo fabrican para que se rompa, para que se estropee. La muerte súbita de la lavadora, del microondas, de la tostadora o del móvil, a traición y justo después de que se cumpla la garantía. No se trata de que todo sea como esa bombilla del parque de bomberos de Libermore en California que sigue brillando de forma ininterrumpida más de un siglo después. Los coches y los electrodomésticos de hoy consumen menos que los de antes, son más eficientes energéticamente, pero ni se trata de que todo sea eterno ni del mantra de hoy en día de comprar, usar, estropearse al poco tiempo, tirarlo y volver a comprar. A lo largo de la vida se calcula en torno a 60.000 euros el coste de la obsolescencia programada. Además de que el volumen de desechos que se genera es inabarcable y esto no hace sostenible el planeta.
En los países europeos empieza a haber legislación al respecto. En Francia, por ejemplo, ya hay una ley contra la obsolescencia programada. En España todavía somos rehenes de las grandes empresas tecnológicas y estamos desprotegidos ante la ley. Las compañías programan que se acorte la vida de sus productos para que el usuario se vea obligado a comprar una y otra vez. Y para esto no estamos programados.