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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

El Museo Würth

Me contaba mi hermana Marta que la semana pasada fue a ver la exposición de Goya en el Prado, una exposición única, con cerca de 200 obras, la mayor parte de ellas de colecciones privadas, con algunos de los lienzos restaurados después de un largo proceso… En fin, el no va más. Y me contaba que uno de los del grupo con los que visitaba la exposición no hacía más que quejarse de que había mucha gente, de que si uno de los cuadros brillaba demasiado y que si la iluminación no era la más acertada.

Más o menos a la misma hora asistía yo, aquí en La Rioja, a la inauguración de una nueva exposición en el Museo Würth, en este caso de uno de los artistas vivos más importantes, el portugués José de Guimaraes, un pedazo exposición, titulada “Mundos, cuerpo y alma” y que podría estar en cualquiera de los mejores Museos de arte contemporáneo del mundo. Y al dar una vuelta por el jardín del Museo y disfrutar de las obras allí expuestas, pensaba que este espacio no es lugar para quejarse, sino más bien para disfrutar y agradecer.

Y es que vivimos instalados en la cultura de la queja, protestamos por todo. La queja es un vicio, un auténtico placer para muchos, que sólo saben quejarse y que se recrean en ello, se sienten importantes al hacerlo, y así demuestran lo listos que son, aunque el motivo de la queja sea la mayor estupidez. Es una especie de cultura de lo negativo, de subrayar los fallos, los defectos, como si señalar lo positivo fuera de simples. Conozco a unos cuantos de estos profesionales de la crítica. Ojo, no confundamos esto con las quejas fundadas, las de verdad, como cuando no te atienden bien en los servicios públicos o como cuando nos encontramos con un sistema judicial como el que tenemos.

Hay que saber quejarse cuando se lleva razón, pero igual de importante es saber dar las gracias. Además, es mucho más reconfortante agradecer y reconocer lo positivo. Por eso estoy encantada, como riojana, de la decisión de haber puesto en marcha en La Rioja el Museo Würth. Al igual que esa otra joya que es el Museo del Vino de la familia Vivanco, ambos surgen de la iniciativa privada, y eso ya es mucho de agradecer. No sólamente marcan un modelo de gestión cultural a seguir, sino que dan otra dimensión a las empresas, que no sólo están para ganar dinero –que lo están-, sino que también se implican en el desarrollo cultural y social.

El Museo Würth es un tesoro, un lujazo. Junto al Museo Vivanco, una de las mejores cosas que nos han pasado culturalmente en los últimos tiempos en La Rioja, algo que nos permite dar un salto espectacular, que nos da un aire de modernidad, que nos sitúa en la vanguardia de la cultura y que está haciendo que La Rioja aparezca en los medios nacionales e internacionales. La “Lillie” de Manolo Valdés en el interior del edificio, o las obras de Richard Deacon y Miquel Navarro, entre otras muchas, son obras maestras, y se complementan con otras muchas actividades culturales, desde conciertos a talleres de arte para escolares. Nunca agradeceremos lo suficiente a nuestro paisano Juan Ramírez y a los que han tenido algo que ver en esto, haber traído este Museo a La Rioja. No te lo pierdas.


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Por Mayte CIRIZA

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