Pues no le veo la gracia al chiste del presidente de la Audiencia Provincial de Barcelona. La semana pasada, en la presentación de la memoria judicial de 2007, dijo: “Como aquel que le dijo: “y usted, ¿por qué ha matado a su mujer”, “¡Ah! Y usted, ¿no ha tenido ganas nunca?”. Y añadía el juez: “pues eso, que es un chiste, habrá gente que lo pueda entender y que no lo pueda entender”. Pues yo soy de las que no lo entiende.
Como se ha montado una buena, salió a pedir disculpas poco después por trivializar con algo que lleva tantas mujeres muertas y tantas familias rotas y tanto sufrimiento. Pero el chiste, maldita la gracia, ya estaba hecho. Y el daño. Pero, ¿hay alguien a quien le parezca el chiste gracioso?
Hace unos días el nuevo Delegado del Gobierno contra la Violencia de Género decía en una entrevista que “Hay mujeres que mueren, pero el sistema funciona bien”. Desde luego que hemos avanzado, faltaría más, pero de ahí a decir que el sistema funciona bien hay una diferencia. Es evidente que si funcionase bien no habría tantas mujeres asesinadas. Por lo pronto habrá que destinar más recursos y más dinero para que funcione y analizar en qué está fallando “el sistema” para que siga habiendo tantas mujeres muertas a manos de sus maridos o compañeros.
La violencia de género no es un conflicto privado, sino un problema social. El problema, precisamente, es que no se considera un problema de la sociedad; de hecho, en las encuestas del CIS tan sólo preocupa al 2% de la población. ¿Por qué hay hombres que maltratan a sus parejas? Porque confunden amor con dominación, porque consideran inferior a la mujer e intentan someterla para dejar claro que están por encima de ella. ¿Por qué tantas mujeres soportan el maltrato? Por la tradición de la superioridad masculina, que hace que la mujer sienta la obligación de respetar la autoridad del hombre y porque muchas mujeres están educadas en la sumisión, en aguantar. Es terrible, pero muchas de las mujeres que sufren la violencia de género la esconden porque sienten vergüenza o incluso se sienten culpables.
Hay que prevenir el maltrato, educar en los buenos tratos, en la igualdad y en valores. Se deben destinar muchos más medios. Otra de las claves es aislar y despreciar socialmente al maltratador. Me parece aberrante que alguien se permita hacer chistes sobre esto. Frente a esta lacra social no hay que bajar la guardia ni cansarnos de denunciar tantas situaciones.
Muchos de los que están en la cárcel por la violencia de género no se perciben a sí mismos como delincuentes o asesinos. De puertas afuera pueden parecer incluso tipos normales: “No mataría ni una mosca”, “era muy amable” dice más de un vecino cada vez que en el telediario dan la noticia de un caso de violencia contra las mujeres. Por eso me horroriza pensar que, al escuchar la noticia de la última mujer asesinada a manos de su pareja, y después de oír al vecino decir eso, haya alguien que puede pensar sobre la víctima: “algo habrá hecho”.
