Tengo dos hijos en plena adolescencia (¡socorro!) y una pequeña que se acerca a esta conflictiva etapa. Por eso estoy especialmente al tanto de todo lo que pueda ayudar a hacer de estos chavales personas de bien, y me ha llamado la atención un anuncio que acabo de ver, en el que bajo el título de “Responsabilidad” se recomienda a los padres a “proteger a tus hijos en el uso de Internet, móvil y televisión”. Este anuncio ofrece una serie de consejos, como el de navegar con los hijos, “es divertido y enriquecedor para todos”, instalar un filtro de contenidos para Internet, registrar el móvil de tu hijo sólo para uso de menores o establecer un horario para ver la televisión (www.telefonica.es/consejosparapadres).
Utilizamos el ordenador o la tele como niñeras electrónicas donde los hijos pasan las horas muertas y como medios para mantenerlos entretenidos y callados (frente a la pantalla no dan una guerra), sin darnos cuenta de lo importante que es que los padres vean la televisión o naveguen en Internet con los hijos. Hay que educar también a los padres: no sólo hay que establecer unos horarios, unos controles de tiempo y programas, sino que los chavales no estén tanto tiempo solos delante de la pantalla. Hay que saber qué les preocupa, qué les interesa, qué les seduce. Desentenderse es lo más cómodo.
A propósito de esto, es obligatorio, de verdad, ver la intervención del juez de menores de Granada, Emilio Calatayud –dura unos diez minutos-, en la que reflexiona sobre esta generación de padres despistados que han pasado del autoritarismo de sus padres a la permisividad total con los hijos, una generación que ha desertado de ejercer de padres para intentar convertirse en colegas de sus hijos. Con mucha gracia, enorme naturalidad y una lógica aplastante, dice cosas que muchos, sin duda, suscribimos (el vídeo –para enmarcar- puede verse en el blog www.blogs.larioja.com/entrenosotros).
Igual que crecen los hijos deben crecer los padres. Educar a los hijos es una tarea compleja, requiere tiempo, esfuerzo y atención, precisamente lo que menos tienen los padres. Saber decir “no”, poner límites, es una tarea difícil para muchos padres que llegan agotados a casa y que no se atreven a mandar. Hay que perderle el miedo a mandar a los hijos. A cambio de eso, compensamos todo con la sobreabundancia, primando el consumismo, ¡pobrecitos, que no les falte de nada!, los padres como cajeros automáticos y poco más. Y de esta manera, los chicos de ahora han interiorizado muy bien los derechos, pero no los deberes.
Ahora que es verano y tenemos más tiempo libre, es una buena ocasión para hacer actividades familiares, estar con los hijos y compartir con ellos el ocio, que también es muy formativo, acercarnos, hacer planes juntos y hablar con ellos.
Los centros educativos organizan durante el curso charlas para padres, pero éstos están trabajando y muchos no pueden ir y, además, suelen interesarse habitualmente los que menos lo necesitan. Así que habrá que pedir más anuncios y campañas publicitarias para que los padres aprendan a ser padres y no compadres o colegas. Para que no andemos tan despistados.
Segunda parte: