“Mono” o “morro”. Al final la UEFA ha desestimado la denuncia contra Busquets, jugador del Barça, por el presunto insulto racista a un jugador del Madrid, porque ni los más expertos lectores de labios pueden aclarar si dijo “mono” o “morro”. En cualquier caso, con esta polémica se han vuelto a poner de manifiesto los insultos y actitudes racistas en el fútbol.
No sería la primera vez, y no solo en el fútbol. Recuerdo cómo se metían con Hamilton por el color de su piel, “puto negro”, en el pique con Alonso, en Montmelló, en España, y llegó incluso a presentarse una protesta por el Gobierno inglés ante el Gobierno de nuestro país. Incluso los que no seguimos el fútbol recordamos el coro vergonzoso de gritos racistas en más de un estadio contra Eto’o, hace años. Y no hace tanto, en octubre del año pasado, en un partido de la liga italiana, el árbitro suspendió varios minutos el encuentro por los cánticos xenófobos contra Eto’o.
No solo insultos racistas, también cánticos contra la procedencia de un jugador o entrenador (“ese portugués qué hijoputa es”, dedicado a Cristiano Ronaldo o a Mourinho), o los bochornosos gritos contra la novia de Piqué, con el objetivo de desconcentrar al jugador.
Lo peor de todo esto es que los chavales ven estas cosas y luego las imitan. El fútbol y el deporte en general son fuente de valores: la superación, el esfuerzo, el trabajo en equipo, el saber perder, el respeto por el rival… No hay que confundir la rivalidad con la violencia verbal ni con los insultos (de esto ya podían tomar nota algunos políticos, sobre todo en campaña). Esos radicales que insultan a los jugadores por el color de su piel no merecen entrar a un campo de fútbol, y no debería bastar con una sanción económica al club por ello. Si además de la multa se le quitasen unos puntos al equipo cuya afición hace eso, ya veríamos cómo no se hacía más.
Siempre pensamos que esto pasa en otros sitios, nunca aquí, ¿verdad? Pues a propósito de la polémica sobre si el jugador dijo “mono” o “morro”, le contaban a mi hijo mediano, que juega al fútbol en categoría juvenil, que se disputaba hace unas semanas en los campos de Pradoviejo, en Logroño, un partido de juveniles para subir de categoría, a división de honor. Como en uno de los equipos jugaba un chaval de piel negra, la grada (habitualmente integrada por padres y compañeros de los chavales que juegan) profirió durante el partido insultos racistas, “negro de mierda”, y se dedicaban a imitar el sonido de los monos, “uh, uh, uh”, cada vez que el chaval tocaba el balón. No hay que irse a un partido de champions ni a equipos lejanos, el racismo lo tenemos también aquí, aquí al lado.
