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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Buena gente

Es superior a mis fuerzas. Hay tipos con los que no puedo. Por mucho que lo intente y que me esfuerce, es que no puedo con ellos. El sabelotodo, ese que tiene que demostrar permanentemente lo listo que es y que, por supuesto, siempre sabe más que nadie y está mejor informado. El quejica, que se queja por todo, todo está mal, a todo le ve defectos y siempre está haciendo reproches a los demás. El divino, que está por encima del bien y del mal y al que nunca le veremos implicarse en nada. El pedante grandilocuente. El pelota empalagoso, que adula por delante y critica por detrás. El siempre negativo, nunca positivo, que ve el fin del mundo a la vuelta de cada esquina; es deprimente estar con gente así. El que pasa de todo y nunca se entusiasma con nada.

 

El que jamás se equivoca, siempre pluscuamperfecto; la culpa, está claro, no es suya y son los demás los que hacen las cosas mal y meten la pata, él nunca. Hay una especie que me saca especialmente de quicio, el engreído vanidoso que te mira por encima del hombro porque se cree que es más que nadie y desciende de la mismísima pata del Cid; son tipos importanciosos, egos con patas, sólo hablan de sí mismos y nunca se interesan por los demás, incapaces de ponerse en el lugar del otro. Son también insoportables los que se pasan la vida juzgando a los demás, y ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el propio.

 

¿Quién no conoce a gente así? Son agotadores, te roban la energía, son tóxicos, y lo malo de estas personas insufribles es que te toca lidiar a diario con alguna o con varias de ellas ¿Quién no dice al menos una vez al día al encontrarse a alguien así: “me pone mala, es que no puedo con él, es verle y me echa para atrás, es superior a mis fuerzas”? O “me saca de quicio”, o que uno es “químicamente incompatible” con otra persona (los materiales incompatibles químicamente son aquellos que al ponerse en contacto entre sí sufren una reacción química descontrolada). Es decir, que al estar con esa otra persona pueden saltar chispas.

 

Este tipo de gente te puede amargar el día. Si pudieras, los evitarías, te cruzarías de acera por no verlos. Lo malo es que a veces los encuentras en tu trabajo o, lo que es peor, están en tu familia (familia política, claro). Detrás de cada uno de estos suele haber personalidades acomplejadas, que ocultan sus carencias, sus frustraciones y su baja autoestima tras alguna de esas máscaras. ¿Qué hacer frente a ellos? Lo primero es detectarlos, después no consentir que te cambien el estado de ánimo y, por supuesto, evitarlos en la medida de lo posible porque el mundo está lleno de buena gente. Hay que pasar de los que nos sacan de quicio, porque cuanto más se esté con ellos, más riesgo se corre de que te contaminen. Por eso se trata de rodearte y de estar con la buena gente. De esa que no necesita vivir detrás de ninguna máscara, que se comportan con naturalidad y valen por lo que son. De esa que nos rodea diariamente, aunque a veces ni nos damos cuenta, y que nos ayuda a ver todo más en positivo. De esa que no necesita más apelativos que “buena gente”.

 

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Por Mayte CIRIZA

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