No quiso hacerle el favor cuando tuvo oportunidad, porque se acordaba de que en su momento –me contaba mi amiga- su compañero de trabajo no le quiso cambiar el turno una semana en que lo necesitaba, así que, en cuanto tuvo oportunidad de devolvérsela, lo hizo, “se pensaba que me iba a olvidar”, relataba toda ufana. Hay quienes recuerdan hasta el más mínimo detalle y no son capaces de olvidar, no digo grandes afrentas o momentos emocionalmente importantes –obviamente-, sino pequeños rifirrafes del día a día.
Una de las claves de la felicidad es el olvido, porque tan importante como la capacidad para recordar es la capacidad para olvidar. No me refiero al olvido o a la memoria pública de una sociedad (la sociedad no tiene por que olvidar que un tipo quemó a sus hijos o que otro monstruo enterró en vida a Ortega Lara), sino al ámbito personal. Somos ante todo memoria, pero uno no puede estar satisfecho consigo mismo y con la vida si está permanentemente recordando todo lo malo que le ha pasado. El pasado se dulcifica o se tergiversa en la memoria, es una cuestión de supervivencia, porque no podríamos vivir con el almacén (la memoria) lleno de recuerdos negativos, y es que recordarlo todo es agotador. Precisamente por eso tendemos a recordar las experiencias más positivas y tendemos a olvidar las menos gratificantes. De hecho, quien no olvida nada hace muy difícil la convivencia.
La memoria está conectada con la autoestima, porque la imagen que tenemos de nosotros mismos depende de lo que recordamos de nuestra vida. Sin memoria no hay identidad, por eso es tan cruel el Alzheimer, porque borra la identidad de quienes lo padecen y, aunque sienten dolor, pierden el recuerdo y la memoria de sí mismos. Frente a quienes pierden la memoria, Internet ni borra ni olvida. Frente a quienes reclaman el derecho al olvido (por ejemplo la foto de aquella noche de juerga que colgó con 18 años), la red se lo recuerda siempre, es incompatible con el olvido.
Como explica Rojas Marcos en su libro “Eres tu memoria”, el olvido es necesario para vivir, porque borra las heridas. Igual que vaciamos el trastero porque sería imposible guardarlo todo, hay que hacer una limpieza regular de la memoria para que entre nueva información. Para eso hay que estar tranquilo con uno mismo, pensar en el futuro y no en cobrarse viejas cuentas.
Y es que hay que tener una muy buena memoria para olvidar, de forma que cuando le recuerden a una algo malo pueda decir “se me ha olvidado”.